Cantaremos. Domingo XIII del Tiempo Ordinario/B

San Lucas nos refiere en el cap. VIII que Jesús atraviesa al lago e inmediatamente, al desembarcar, una gran muchedumbre le rodea. Entre la gente se encuentra una mujer insignificante, que ni siquiera se atreve a hablarle al Señor, como lo hace Jairo, Jefe de la Sinagoga, que ha conseguido que Jesús vaya a su casa. Sin embargo, Jesús no hace diferencias entre los dos, porque lo que nosotros no alcanzamos a imaginar del Misterio de Dios, Él lo percibe como como bondad, compasión y salvación para todos. Jesús no separa a Dios de su reino y lo siente comprometido con el dolor, la enfermedad y las necesidades de la gente. Para el pudor de la mujer, su enfermedad es secreta porque se siente se siente impura. Jesús está siempre en contra del dolor, la discriminación y la muerte. A Dios le complace la salud de sus hijos. Cuando se acerca a los enfermos, no es para darles palabras de consuelo, sino para hacer florecer la vida.  Aquella mujer espera encontrar un chance para acercarse al Señor, aunque Él no la mire.  Confía y trata de tocar aunque sólo sea el manto de Jesús. ¡Para sentirse limpia, le basta la confianza en el Señor!… Jesús tiene sus caminos para curar las heridas secretas de quienes lo buscan con fe. Por eso le dice: "Hija tu fe te ha curado. Vete en paz".

Junto al lago es una niña la que muere.  Jesús se conmueve ante al sufrimiento de aquél padre. La vida nos viene de Dios y por eso debemos entender que Dios no hizo la muerte. El sufrimiento y la enfermedad no son expresión de la voluntad de Dios, no son pruebas, purificaciones o castigos que Dios va enviando a sus hijos…es una consecuencia del abandono de Dios por parte del hombre. El Dios que ama no se limita a crear, sino que actúa por amor. El Padre Dios, que nos muestra Jesús, es un Dios cercano y accesible a todos.  Al curar, Jesús no sólo devuelve la salud, sino la dignidad perdida, a la par que hace recuperar la esperanza, haciendo experimentar la salvación.  Cristo sólo exige una cosa: la fe. Realicemos este cambio de eje, que se llama Fe y comencemos a ver el mundo y todas las cosas en función de Dios. Esta es la nueva forma de existencia que vino a enseñarnos el Señor.(1)

  • Iª Lectura: Sabiduría (1,13-15;2,23-24): Muerte, vida y sabiduría

I.1. El libro de la Sabiduría (1,13-15; 2,23-24) nos ofrece hoy una de la reflexiones más hermosas sobre la vida y la muerte. Este es un libro tardío del Antiguo Testamento, escrito en griego, que recoge una gran tradición judía helenista y que ha marcado un hito en la gran cuestión de la existencia humana. Su afirmación de que Dios ha creado al hombre para la inmortalidad viene aminorada por el tópico de que la muerte no depende de Dios, sino de la envidia del diablo. De ahí su afirmación de que la muerte no entra en los planes creadores de Dios

I.2. ¿De qué muerte habla aquí el autor del libro? Indiscutiblemente de las dos muertes de nuestra existencia. El considera muerte, también, la vida sin sentido, la que viven los impíos; mientras que la vida vivida con sabiduría es la vida que Dios otorga. Saber morir, pues, es lo mismo que saber vivir según la reflexión del autor de este extraordinario escrito. Pero sigue siendo absolutamente irrenunciable que Dios nos ha creado para la vida y no para la muerte, porque «es un Dios de vivos».(2)

(1) Julie Meucci
(2) Fr. Gerardo Sánchez Mielgo.

CANTAREMOS:

      • Cantando la alegría de vivir…………………………………..53
        • Señor ten piedad – Gloria
        • Aleluya – Antífona
      • Te ofrecemos Señor ………………………………………….186
        • Santo – Padre nuestro – La Paz
        • Cordero de Dios
      • Señor, Tu eres nuestra luz …………………………………171
      • Como el siervo ………………………………………………….54
      • Si me falta el amor …………………………………………..178