El Papa del pueblo

Julio César Arreaza

Uno de los problemas del mundo de hoy es la carencia de líderes, Barack Obama es uno de los poquísimos, resulta interesante verificar como la sociedad norteamericana se ha movido socialmente siempre en ascenso basada en una ética individual digna de emulación; uno de sus héroes contemporáneos Martin Luther King hizo de su vida un apostado democrático y revolucionó su nación con la conquista de derechos civiles y políticos fundamentales. El sueño americano  es posible y se consigue con la palanca del esfuerzo personal en una ambiente dado de igualdad  y progreso.

Sin embargo, notamos que Obama con todo su liderazgo tiene detractores y oposición, algunas de sus políticas y actuaciones públicas han sido razonablemente cuestionadas.

Registramos la ausencia de líderes mundiales, no hablemos de la mediocridad reinante en los presidentes de este lado del continente, muy por debajo de ejercer el liderazgo de sus pueblos sufridos, los vemos regodearse en la incapacidad, represión y corrupción. Manotean a gusto la Constitución para asegurar su permanencia gris en el poder por el poder mismo.

El mundo se sorprende hoy con el liderazgo de Francisco, construido a través de una vida de servicio a los demás, sin llevarse por delante a nadie, sin zancadillas ni mentiras. Su liderazgo apunta entre otras cosas en hacer realidad que nuestra región se convierta en el continente de la esperanza.

Es el campeón de los pobres, les da visibilidad y voz. Se ha transformado en la conciencia de la humanidad, en el Papa del pueblo, el pastor del pequeño rebaño que somos el pueblo de Dios. Su visita reciente a Cuba y Estados Unidos tuvo  la resonancia de una inyección de fe para la humanidad. Nos enseñó que los seres humanos no debemos cejar en la búsqueda del infinito, lo perfecto. Estamos destinados a trascender la mediocridad.

Francisco vive sin lujos y es un radical del Evangelio de Jesús y no de modas pasajeras y del espíritu de mundanidad que nos devora. Hay que romper con los totalitarismos y sanar heridas en la sociedad contemporánea. Abrirnos a soñar un mundo nuevo, un  Cielo y una tierra donde brille la justicia.

A Francisco lo sentimos cercano. No es un líder político, más que eso es un líder de la humanidad. En el horizonte vemos a Colombia gozando de la ansiada paz y la caída del comunismo matachín en Cuba. Todos los muros caen tarde o temprano, es su destino.

El poder es una cosa pasajera, hoy está y mañana no está. El verdadero poder es servir a los más humildes. Francisco no quiere ser un líder, cuantos quisieran convocar las multitudes que genera a su paso. Se conforma con ser el siervo de los siervos de Dios.