Comentario bíblico. XXXI Domingo del Tiempo Ordinario.

¡Siempre en actitud de servicio!

El primero entre vosotros será vuestro servidor. En la escuela de Jesús se aprende la única enseñanza que conduce a la salvación. Jesús es el último y definitivo enviado del Padre para anunciar e interpretar su voluntad de forma definitiva. Jesús es un lugarteniente y un intérprete autorizado de la voluntad del Padre (Jn 1,18). Es probable que en las iglesias mateanas hiciera falta una llamada de atención a las personas que habían recibido algún carisma en la comunidad. No llaméis padre vuestro…

Probablemente, Jesús quiere corregir la costumbre que tenían de llamar a los rabinos «padre mío» como un título honorífico. Siempre con la misma intención de corregir la ostentación. Sólo hay un Abbá que está en cielo. Jesús viene a revelar que nuestro Abbá, que es el suyo, es el único que merece ese tratamiento. Pero además significa que todos somos hijos del único Padre y, por tanto, todos iguales y todos hermanos realmente. Esta llamada de atención corta toda ostentación de los fariseos y es una advertencia a la propia comunidad cristiana en la que, según el testimonio de 1Corintios, existía el peligro de división por la inadecuada utilización de los carismas recibidos.
No os dejéis llamar guías… El texto sugiere estas dos posibilidades: primera, entender el término guía como lo entiende el autor de la carta a los Hebreos y como se entiende en los títulos kerigmáticos, es decir, el que conduce hacia la vida. En este caso Jesús es el único príncipe de la vida, el único que abre caminos hacia la vida. El sentido sería profundamente cristológico con fuerte significación soteriológica.

En segundo lugar, por la respuesta se observa que el título que subyace en el término guía es el de kúrios (Señor). Y ciertamente en el testimonio unánime del Nuevo Testamento es que el único Señor es Jesucristo. En definitiva, Jesús es el único que conduce a la vida, que abre el camino de la vida y el único que es el Señor de la historia. Recuérdese que también a los rabinos les gustaba que se les llamase mari (señor mío).

Por eso Jesús advierte que sólo hay un Señor en realidad. El que se enaltece será humillado. En primer lugar, es necesario ofrecer una traducción más clara: el que se enaltece a sí mismo Dios lo humillará. Jesús utilizaba gustoso el pasivo divino de tal manera que ha pasado a ser una característica propia de su lenguaje. En los pasivos divinos se ha de traducir el verbo por activo pero poniendo a Dios por sujeto, es decir, Él es quien exalta o humilla. La enseñanza de Jesús es que consistiendo la humildad evangélica en permanecer cada uno en su lugar y no abrigar pretensiones que desborden su realidad, la acción de Dios consiste en poner a cada uno en su realidad, en su lugar adecuado, en su rango. La enseñanza de Jesús es instructiva y responde a la realidad en que vivía rodeado de personas que se autoestimaban en exceso y, además, despreciaban a los demás.

Fr. Gerardo Sánchez Mielgo
Convento de Santo Domingo. Torrent (Valencia)