30 de Marzo- IV Domingo de Cuaresma/A

Evangelio según san Juan (Jn 9,1-41)

En aquel tiempo Jesús vio al pasar a un ciego de nacimiento, y sus discípulos le preguntaron: “Maestro, ¿quién pecó para que este naciera ciego, él o sus padres?” Jesús respondió; “Ni él peco, ni tampoco sus padres. Nació así para que en él se manifestaran las obras de Dios. Es necesario para que yo haga las obras del que me envió, mientras es de día, porque luego llega la noche y ya nadie puede trabajar. Mientras esté en el mundo, yo soy la luz del mundo”. Dicho esto, escupió en el suelo, hizo lodo con la saliva, se lo puso en los ojos al ciego y le dijo: “Ve a lavarte en la piscina de Siloé” ( que significa `Enviado´). Él se fue, se lavó y volvió con vista.

Entonces los vecinos y los que no lo habían visto antes pidiendo limosna, preguntaban: “¿No es éste el que se sentaba a pedir limosna?” Unos decían: “Es el mismo”. Otros: “No es él sino que se le parece”. Pero él decía: “Yo soy”. Y le preguntaban; “Entonces, ¿cómo se te abrieron los ojos?” Él les respondió: El hombre que se llama Jesús hizo lodo, me lo puso en los ojos y me dijo; ve a Siloé y lávate”. Entonces fui, me lave y comencé a ver”. Le preguntaron: “¿En dónde está él?” Les contestó : “No lo sé”.

Llevaron entonces ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo lodo y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaron cómo había adquirido la vista. Él les contestó; “Me puso lodo en los ojos, me lavé y veo”. Algunos de los fariseos comentaban: “Ese hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado”. Otros replicaban: “Cómo puede un pecador hacer semejantes prodigios?” Y había división entre ellos. Entonces volvieron a preguntarle al ciego: “Y tú, ¿qué piensas del que te abrió los ojos?” Él les contestó: “Que es un profeta”.

Pero los judíos no creyeron que aquel hombre, que había sido ciego, hubiera recobrado la vista. Llamaron, pues, a sus padres y les preguntaron: “Es éste su hijo, del que ustedes dicen que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?” Sus padres contestaron : “Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego.Cómo es es que ahora ve o quién le haya dado la vista, no lo sabemos.Pregúnteselo a él; ya tiene edad suficiente y responderá por él mismo”. Los padres del que había sido ciego dijeron esto por temor a los judíos, porque éstos ya habían convenido en expulsar de la sinagoga a quien reconociera a Jesús como el Mesías. Por eso sus padres dijeron: “ Ya tiene edad ; pregúntenle a él”.

Llamaron de nuevo al que había sido ciego y le dijeron: “Da gloria a Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es pecador”. Contestó él: “Si es pecador, yo no lo sé; solo sé que yo era ciego y ahora veo”. Le preguntaron otra vez: “¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?” Les contestó: “Ya se los dije a ustedes, y no me han dado crédito. ¿Para qué quieren oírlo otra vez? ¿Acaso también ustedes quieren hacerse discípulos suyos?” Entonces ellos lo llenaron de insultos y le dijeron: “Discípulo de ése serás tú. Nosotros sabemos que a Moisés le hablo Dios. Pero ése, no sabemos de dónde viene”. Replicó aquel hombre: “ Es curioso que ustedes no sepan de dónde viene y, sin embargo, me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, pero al que lo teme y hace su voluntad, a ése sí lo escucha. Jamás se había oído decir que alguien abriera los ojos a un ciego de nacimiento. Si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder”. Le replicaron: “Tú eres puro pecado desde que naciste, ¿Cómo pretendes darnos lecciones?”  Y lo echaron fuera.

Supo Jesús que lo había echado fuera, y cuando lo encontró, le dijo: “Crees tú en el Hijo del hombre?” Él contestó: “Y quién es, Señor, para que yo crea en él?” Jesús le dijo: “Ya lo has visto; el que está hablando contigo, ése es”. Él dijo: “Creo, Señor”. Y postrándose, lo adoró.

Entonces le dijo Jesús: “Yo he venido a este mundo para que se definan los campos: para que los ciegos vean, y los que ven queden ciegos”. Al oír esto, algunos fariseos que estaban con él le preguntaron: “¿Entonces, también nosotros estamos ciegos?” Jesús les contestó: “Si estuvieran ciegos, no tendrían pecado; pero como dicen que ven, siguen en pecado”