Cantaremos. 10 de Agosto. XIX Domingo del Tiempo Ordinario /A

III.1. Con la lectura de este episodio de Mateo, la "marcha sobre las aguas", se evocan muchas cosas de las experiencias de la resurrección. De hecho es muy fácil entender que este no es simplemente un episodio histórico de la vida de Jesús y los suyos, sino que encierra experiencias pascuales. No hace falta más que poner atención en las expresiones que se usan en esos momentos (cf. Mt 28,5.10; Jn 20,28), incluso en cómo se postran los discípulos ante el Señor resucitado (Mt 28,9.17). Y es que, en la comunidad primitiva, no podía evocarse este momento de la vida de Jesús sino como "Salvador" y "Señor", lo cual sucede especialmente a partir de la resurrección.

III.2. Es significativo que Jesús, después de la multiplicación de los panes, episodio inmediatamente anterior, se retira a solas para orar y entrar en contacto con Dios en una experiencia muy personal y particular, que refleja muy a las claras dónde recibe Jesús esa "fuerza" salvífica. Los discípulos, en la barca, están en sus faenas. Sabemos, se ha dicho frecuentemente, que en el evangelio de Mateo esa barca representa a la comunidad, a la Iglesia, a la que el evangelista quiere trasmitir este mensaje.

III.3. El hecho mismo de que Pedro represente un papel particular en este episodio, también habla de ese misterio de la Iglesia, que necesita la fuerza y el coraje de su Señor. Pedro es en el evangelio de Mateo el primero de ese grupo de los doce, de la Iglesia, que necesita buscar y encontrar al Señor por la fe. Incluso es representado con sus debilidades. Porque la Iglesia en el NT no es el grupo de los perfectos, sino de los que necesitan constantemente fe y salvación.

III.4. "Soy yo, no tengáis miedo", es una palabra salvadora, de resurrección. Ya hemos dicho que este relato está envuelto en ese lenguaje en el que Jesús domina el tiempo y el espacio, las aguas y el fuego si fuera necesario. Es el lenguaje teológico de la resurrección, cuando Jesús es confesado como Señor. Pero de la misma manera que Dios se "manifestó" a Elías en el Horeb. Ante la desesperación de los suyos, no viene en medio del terremoto, sino "caminando" sobre las aguas, que es como decir: "en la serenidad de la noche", en el "silencio" imperceptible y cuando hace falta.

 Fray Miguel de Burgos Núñez
Lector y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura

CANTAREMOS:

      • El Señor nos llama ………………………………………………272
        • Señor ten piedad
        • Santo – Padre nuestro – La Paz
        • Hay un barco olvidado en la playa
      • El, mis ojos, levantó los montes………………………………114
      • Alabaré ……………………………………………………………….17

Un comentario

  1. Julie Meucci:
    Los discípulos de Jesús se encuentran en una barca a la deriva, tomada por una de esas tormentas propias de aquél lugar. Después de haber multiplicado los panes y sentido la euforia de la gente, Jesús necesitaba la soledad con su Padre y por eso subió al monte sólo, para orar. Pero no se olvidó de sus amigos…y ya tarde en la noche se da cuenta que están en peligro, en medio del mar, luchando con el viento en contra, y va hacia ellos.
    El peligro apremia y Jesús va andando sobre las aguas. Pero igual que nosotros, cuando la tormenta arrecia, tampoco ellos reconocieron al Señor. “¡Es un fantasma!” gritaban… Y Jesús les dice: “¡Tengan confianza, que soy yo!”. En un arranque de emoción, Pedro dice: “Señor, si eres tú, mándame ir a ti sobre las aguas”. Jesús le dice : ¡Ven!”.

    Tal vez a ninguno de nosotros le sea difícil imaginar aquella escena, de la misma manera que no nos es extraña la tormenta que en cualquier momento sacude nuestra barca, y por qué no decirlo, la tormenta que sacude la barca de la Iglesia. La emoción y la débil confianza de Pedro tampoco nos es desconocida…. Para nosotros, prisioneros de la visión confusa del mundo y de todo lo que nos rodea, a veces nos parece inaccesible la vida de fe. Ni siquiera en los momentos de oración logramos tener el sentimiento de la presencia real de Dios, ni de Cristo que lucha con y por nosotros!. La Fe nos exige un ejercicio penoso, porque la tormenta que se mueve debajo de nuestros pies suele a veces ser más fuerte que la pálida imagen de Jesús que nos dice: “¡No temas!”

    Lo que sucedió a Pedro se repite todos los días en nuestra vida. Aceptar la incesante contradicción de la vida y la lucha con el propio “yo”, sin duda alguna, no es más fácil que lo que hizo Pedro.

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