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«Cuaresma es el camino de la esclavitud a la libertad», homilía del Papa en el Miércoles de Ceniza

(RV).- «La cuaresma es el camino de la esclavitud a la libertad, del sufrimiento a la alegría, de la muerte a la vida», lo dijo el Papa Francisco en su homilía de la Misa del Miércoles de Ceniza, con la cual inicia el tiempo litúrgico de la Cuaresma y que presidió en la Basílica de Santa Sabina, ubicada en el barrio romano del Aventino, después del acto penitencial y de la tradicional procesión de fieles que partió desde la cercana Iglesia de San Anselmo.

Profundizando sobre el sentido de la imposición de las cenizas, el Santo Padre explicó que se trata de un gesto que nos recuerda nuestra condición original: «hemos sido tomados de la tierra, somos de barro…sí, pero barro en las manos amorosas de Dios, que sopló su espíritu de vida sobre cada uno de nosotros y que quiere seguir dándonos ese aliento de vida que nos salva de otro tipo de aliento», añadió el Pontífice, citando nuestros egoísmos humanos, nuestras mezquinas ambiciones y nuestras silenciosas indiferencias, como algunos ejemplos prácticos de la vida diaria que asfixian y «ahogan el espíritu cristiano, reduciendo nuestro horizonte y anestesiando el palpitar del corazón». 

No obstante, el Sucesor de Pedro propuso un camino de esperanza mediante el cual podemos liberarnos de esa asfixia: «el aliento de la vida de Dios que es más fuerte que el aire sofocante de tristeza, pánico y aversión al cual el hombre de hoy se ha acostumbrado».

«Y ese camino comienza con la Cuaresma», insistió Francisco, un tiempo de preparación para la Pascua enfocado desde la perspectiva de tres puntos fundamentales:

-Cuaresma como un tiempo para decir no. No a esa asfixia del espíritu, no a la indiferencia, no a las palabras vacías, críticas burdas; no al rechazo del prójimo. 

-Cuaresma como un tiempo de memoria, de pensar y preguntarnos… ¿qué sería de nosotros si Dios nos hubiera cerrado las puertas?

-Y por último Cuaresma como tiempo para volver a respirar. Es el tiempo para abrir el corazón al aliento del único capaz de transformar nuestro barro en humanidad. «Nuestro barro, que por la fuerza del aliento de vida de Dios, se convierte en barro enamorado», concluyó el Papa.

http://es.radiovaticana.va/news/2017/03/01/papa_francisco_cuaresma_2017_homil%C3%ADa_mi%C3%A9rcoles_de_ceniza/1295853

Sin hebreos y musulmanes, no puedo ser cristiano.

Flora Crescini

24/06/2015

Padre Pizzaballa.

Padre Pizzaballa.

Viernes 19 de junio, Aula Magna en la Universidad Bicocca de Milán; a la una está prevista la intervención del padre Pierbattista Pizzaballa, custodio de Tierra Santa, sobre “Los monoteísmos, a prueba”. El encuentro está organizado por el Centro Pastoral Carlo Maria Martini. Falta media hora y la inmensa sala todavía está vacía. Entran algunas personas vestidas de negro que, con cara de duda, miran los asientos vacíos y parece que estén preguntándose si en los minutos que quedan se llenarán. En algunos rostros se percibe el miedo a haber elegido un aula demasiado grande.
Cuando quedan diez minutos, entra un grupo de estudiantes y toman asiendo. Poco a poco se ha formado una fila de gente (jóvenes y no tanto) que parece no tener fin. A la una la sala está llena. Alguno se toma la molestia de contar a los presentes: 713. En plena época de exámenes, profesores, estudiantes y muchas personas ajenas al ateneo han sacado tiempo para escuchar al padre Pizzaballa.

En la mesa, junto al Custodio, Marco Cianci, el capellán de la universidad; Cristina Messa, la rectora; Giorgio Vittadini, profesor de estadística; mons. Pierantonio Tremolada, obispo auxiliar de Milán; y Elena Bolognesi, de la revista Tierra Santa, que empieza diciendo que normalmente, en la universidad, los alumnos y también los profesores piensan en los exámenes, en graduarse lo antes posible. Sin embargo, el estudio es provechoso cuando permite entender el mundo y la realidad.

Las primeras palabras del padre Pizzaballa son para decir que el tema es sencillo y complejo al mismo tiempo. En Oriente Medio el elemento religioso coincide con el elemento identitario, en un doble sentido: las identidades se definen por las pertenencias religiosas, y el elemento religioso no puede separarse del civil. Pone dos ejemplos: Siria y Tierra Santa. Hasta hace 5-6 años, Siria era el símbolo de la convivencia inter-étnica e inter-religiosa. Se trataba de una convivencia natural, no siempre pacífica, pero que se mantuvo durante décadas. Ahora toda eso ha saltada por los aires a causa de la guerra o, mejor dicho, de las guerras. Una guerra contra la minoría chií, una guerra contra Assad, una guerra en la que tienen un papel ambiguo otros países, como Turquía, que deja 900 kilómetros de frontera abiertos a la entrada de armas y guerrilleros. Después de siglos en que las diversas experiencias religiosas han convivido y crecido, se quiere volver al califato y al principio, de memoria europea, del cuius regio, eius religió.

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10 de Mayo – VI Domingo de Pascua. Reflexiones.

Está claro que Dios no hace distinciones

Durante los domingos anteriores, Jesús ha persuadido a sus amigos de que él había muerto y resucitado. Les aseguró que no era un fantasma, que tenía carne y huesos. Les mostró sus llagas, comió con ellos. Poco a poco los apóstoles fueron creyendo, fiándose de Jesús y confiándose a él, y se alegraban de verle. No les resultó fácil creerle resucitado. Tomás, el mellizo, se arriesgó a verificar si era verdad o no que había resucitado; finalmente tocó a Jesús y exclamó dócilmente:“Señor mío y Dios mío”.

Hoy, la primera lectura nos cuenta un enojoso “problema pastoral” de la Iglesia primitiva. Pedro, el primer Papa, debía resolverlo. Cornelio, un pagano, ciudadano romano, capitán del batallón destacado en Cesarea, hombre de oración y caritativo, se sentía seducido por el Resucitado; deseaba bautizarse e ingresar en la comunidad de los cristianos. ¿Era esto posible? Pedro dijo: ¿“Puede alguien impedir que se bauticen con agua los que han recibido el Espíritu santo igual que nosotros?”. Finalmente, movidos por el Espíritu, bautizaron a Cornelio. Más tarde, Pedro, debió informar de su decisión en Jerusalén. Y allí dijo: “Si Dios les concedió el mismo don que a nosotros, por haber creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo para estorbar a Dios? (Hch 11, 17).

La decisión de Pedro, animada por el Espíritu de Pentecostés, inaugura una Iglesia pascual, abierta; una Iglesia en salida, un pueblo para todos, como le gusta decir al Papa Francisco.

Fr. Luis Carlos Bernal Llorente O.P.
Convento de Santa Catalina (Barcelona)

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