Mes: julio 2019

Comentario Bíblico. Evangelio: Lucas (10,25-37): ¿A quién debemos amar?

III.1. Y ahora el evangelio del día: una de las narraciones más majestuosas de todo el Nuevo Testamento y del evangelio de Lucas. Una narración que solamente ha podido salir de los labios de Jesús, aunque Lucas la sitúe junto a ese diálogo con el escriba que pretende algo imposible. El escriba quiere asegurarse la vida eterna, la salvación, y quiere que Jesús le puntualice exactamente qué es lo que debe hacer para ello. Quiere una respuesta “jurídica” que le complazca. Pero los profetas no suelen entrar en esos diálogos imposibles e inhumanos. Ya la tradición cristiana nos puso de manifiesto que Jesús había definido que la ley se resumía en amar a Dios y al prójimo en una misma experiencia de amor (cf Mc 12,28ss). No es distinto el amor a Dios del amor al prójimo, aunque Dios sea Dios y nosotros criaturas. Pero el escriba, que tenía una concepción de la ley demasiado legalista, quiere precisar lo que no se puede precisar: ¿quién es mi prójimo, el que debo amar en concreto? Aquí es donde la parábola comienza a convertirse en contradicción de una mentalidad absurda y puritana.

III.2. Dos personajes, sacerdote y levita, pasan de lejos cuando ven a un hombre medio muerto. Quizás venían del oficio cultual, quizás no querían contaminarse con alguien que podía estar muerto, ya que ellos podrían venir de ofrecer un culto muy sagrado a Dios. ¿Era esto posible? Probablemente sí (es una de las explicaciones válidas). Pero eso no podía ser voluntad de Dios, sino tradición añeja y cerrada, intereses de clase y de religión. Entonces aparece un personaje que es casi siniestro (estamos en territorio judío), un samaritano, un hereje, un maldito de la ley. Éste no tiene reparos, ni normas, ha visto a alguien que lo necesita y se dedica a darle vida. Mi prójimo -piensa Jesús-, el inventor de la parábola, es quien me necesita; pero más aún, lo importante no es saber quién es mi prójimo, sino si yo soy prójimo de quien me necesita. Jesús, con el samaritano, está describiendo a Dios mismo y a nadie más. Lo cuida, lo cura, lo lleva a la posada y la asegura un futuro.

III.3. Una religión que deja al hombre en su muerte, no es una religión verdadera (la del sacerdote y el levita); la religión verdadera es aquella que da vida, como hace el Dios-samaritano. Algunos Santos Padres hicieron una interpretación simbólica muy acertada: vieron en el “samaritano” al mismo Dios. Por tanto cuando Jesús cuenta esta historia o esta parábola, quiere hablar de Dios, de su Dios. Y si eso es así, entonces son verdaderamente extraordinarias las consecuencias a las que podemos llegar. Nuestro Dios es como el “hereje” samaritano que no le importa ser alguien que rompa las leyes de pureza o de culto religiosas con tal de mostrar amor a alguien que lo necesita. La parábola no solamente hablaba de una solidaridad humana, sino de la praxis del amor de Dios. Fue creada, sin duda, para hablar a los "escribas" de Israel del comportamiento heterodoxo de Dios, el cual no se pregunta a quién tiene que amar (como hace el escriba, nómikos del relato), sino que quiere salvar a todos y ofrecerles un futuro.

Fray Miguel de Burgos NúñezFray Miguel de Burgos Núñez
Maestro y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura

14 de julio – Evangelio XV Domingo del Tiempo Ordinario /C

Evangelio según san Lucas (Lc 10,25-37)

En aquel tiempo, se presentó ante Jesús un doctor de la ley para ponerlo a prueba y le preguntó: "Maestro, ¿qué debo hacer para conseguir la vida eterna?" Jesús le dijo: "¿Qué es lo que está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella?" El doctor de la ley contestó: "Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu ser, y a tu prójimo como a ti mismo". Jesús le dijo: "Has contestado bien; si haces eso, vivirás".

El doctor de la ley, para justificarse, le preguntó a Jesús: "¿Y quién es mi prójimo?" Jesús le dijo: "Un hombre que bajaba por el camino de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos ladrones, los cuales lo robaron, lo hirieron y lo dejaron medio muerto. Sucedió que por el mismo camino bajaba un sacerdote, el cual lo vio y pasó de largo. De igual modo, un levita que pasó por ahí, lo vio y siguió adelante. Pero un samaritano que iba de viaje, al verlo, se compadeció de él, se le acercó, ungió sus heridas con aceite y vino y se las vendó; luego lo puso sobre su cabalgadura, lo llevó a un mesón y cuidó de él. Al día siguiente sacó dos denarios, se los dio al dueño del mesón y le dijo: ‘Cuida de él y lo que gastes de más, te lo pagaré a mi regreso’.

¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del hombre que fue asaltado por los ladrones?” El doctor de la ley le respondió: "El que tuvo compasión de él". Entonces Jesús le dijo: "Anda y haz tú lo mismo".

De dos en dos – El evangelio de Lucas.

De dos en dos

El Evangelio de Lucas dice que Jesús designó a setenta y dos “y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él”. Podemos imaginar con qué ojos se mirarían todos aquellos que habían sido emparejados por el rabino: algunos serían dos amigos, otros quizá marido y mujer, puede que alguno hubiese ido a escuchar a Jesús con su hijo y se viese ahora metido en ese lío, y seguro que hubo algunos que se conocieron en ese momento. Parejas de dos, hasta setenta y pico, ahora todos dentro de esa relación decidida por el Señor, que tenía una razón de ser muy concreta y específica: anunciar la venida de Jesús. Es decir: la relación, en función de la misión.

Es indispensable esta página del Evangelio porque Jesús nos muestra la verdad de los afectos, la verdad fundamental de los vínculos, de las relaciones queridas con las personas de nuestra vida. Juntos para la misión. Fijémonos, para poder entenderlo más profundamente, en cómo acaba el Evangelio de la Misa: vuelven todos estos una vez la misión se ha cumplido, felices, y Jesús con ellos, que sigue desvelándoles la verdad del asunto: “No estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo”. Es decir: experimentáis la alegría del cielo porque padre e hijo, o porque los esposos, o porque la amistad entre vosotros, la habéis puesto al servicio de la misión, de la razón que yo os daba cuando os envíe; porque habéis vivido por lo mismo que vivo yo.

¿Qué deseamos, qué es lo que esperamos de la relación con el otro? Novios, esposos, entre hermanos o amigos buenos, ¿qué esperamos? Quien se asome en serio y con pobreza de corazón a esta escena del Evangelio, puede hacerse con esta importante luz que permite descubrir lo más verdadero de nuestras relaciones: son un regalo de Dios. Son un don suyo, don con el que nos salva a cada uno porque necesitamos el amor de Dios que nos alcanza a través de los vínculos buenos. Y son un don con el que Él pretende cambiar el mundo. Vuelven contentos, es toda una noticia: contentos porque se han atrevido con lo que Jesús les proponía. Así, el Evangelio nos tiene que ayudar a dar este importante paso interior: el otro nos es para mí, el otro es conmigo. Vemos a tantos -y seguro que tantas veces nosotros mismos- que se adentran en las relaciones como si se tratasen de ciudadelas o fortines afectivos. El corazón del otro no es una pecera donde pescar el afecto que se desea; el corazón del otro es para la misión. Conmigo es una de las palabras preferidas de Jesús: conmigo, para caminar juntos hacia el cielo.

Es única la Iglesia. Admito todas y cada una de las críticas justas que se le hacen. Ojalá nos ayudemos entre todos a hacerla cada vez más verdadera y bonita. Pero es única. En plena revolución cultural hacia abajo, le sigue diciendo al hombre que lo suyo es el cielo. Que o el amor es para el cielo o no es. Dicen que se ha quedado atrás. Pero Jesús es fiel: la vocación del hombre es la relación con el Padre. No hay nada que haga un matrimonio más interesante y vivo, nada que haga que la relación con los hijos sea más auténtica, nada que haga la amistad más buena, que vivir como dice Jesús en el Evangelio de hoy.

Yago Gallo – Vive en El Masnou, Barcelona. Ubicarlo en Facebook.

Comentario Bíblico. XIV Domingo del Tiempo Ordinario

III.2. El conjunto de Lc  es de la fuente Q; sus expresiones, además, lo delatan. Eso significa que las palabras de Jesús sobre los discípulos que han de ir a anunciar el evangelio fueron vividas con radicalidad por profetas itinerantes judeocristianos, antes que Lucas lo enseñase y aplicase a su comunidad helenista. Las dificultades, en todo caso, son las mismas para unos que para otros. El evangelio, buena noticia, no es percibido de la misma manera por todos los hombres, porque es una provocación para los intereses de este mundo. El sentido de estas palabras, con su radicalidad pertinente, se muestra a los mensajeros con el saludo de la paz (Shalom). Y además debe ser desinteresado. No se puede pagar un precio por el anuncio del Reino: ¡sería un escándalo!, aunque los mensajeros deban vivir y subsistir. Y, además, se obligan a arrostrar el rechazo… sin por ello sembrar discordias u odio.

III.3. Advirtamos que no se trata de la misión de los Doce, sino de otros muchos (72). Lo que se describe en Lc 10,1 es propio de su redacción; la intencionalidad es poner de manifiesto que toda la comunidad, todos los cristianos deben ser evangelizadores. No puede ser de otra manera, debemos insistir mucho en ese aspecto del texto de hoy. El evangelio nos libera, nos salva personalmente; por eso nos obligamos a anunciarlo a nuestros hermanos, como clave de solidaridad. Resaltemos un matiz, sobre cualquier otro, en este envío de discípulos desconocidos: volvieron llenos de alegría (v. 20), “porque se le sometían los demonios”. Esta expresión quiere decir sencillamente que el mal del mundo se vence con la bondad radical del evangelio. Es uno de los temas claves del evangelio de Lucas, y nos lo hace ver con precisión en momentos bien determinados de su obra. Los discípulos de Jesús no solamente están llamados a seguirle a Él, sino a ser anunciadores del mensaje a otros. Cuando se anuncia el evangelio liberador del Señor siempre se percibe un cierto éxito, porque son muchos los hombres y mujeres que quieren ser liberados de sus angustias y de sus soledades. ¡Debemos confiar en la fuerza del evangelio!

Fray Miguel de Burgos NúñezFray Miguel de Burgos Núñez
Maestro y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura

7 de Julio – Domingo XIV del Tiempo Ordinario /C

Evangelio según san Lucas (Lc 10,1-9)

En aquel tiempo, Jesús designó a otros setenta y dos discípulos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares a donde pensaba ir, y les dijo: “La cosecha es mucha y los trabajadores pocos.

Rueguen, por tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos.

Pónganse en camino; yo los envío como corderos en medio de lobos. No lleven ni dinero, ni morral, ni sandalias y no se detengan a saludar a nadie por el camino. Cuando entren en una casa digan: ‘Que la paz reine en esta casa’. Y si allí hay gente amante de la paz, el deseo de paz de ustedes se cumplirá; si no, no se cumplirá. Quédense en esa casa. Coman y beban de lo que tengan, porque el trabajador tiene derecho a su salario. No anden de casa en casa. En cualquier ciudad donde entren y los reciban, coman lo que les den. Curen a los enfermos que haya y díganles: ‘Ya se acerca a ustedes el Reino de Dios’”.