Autor: alberto

Cantaremos–XXXIV Domingo . Festividad de Jesucristo Rey del Universo .

El Salvador crucificado, ese es nuestro rey

Este relato majestuoso tiene muy poco de deshonor. Lucas no entiende la muerte de Jesús como un fracaso. Y no lo es en verdad. Es el momento supremo de la entrega a una causa por la que merece dar la vida. Cuando todos los que están al lado de la cruz le han retado a que salve tal como ellos entienden la salvación, Jesús se niega a aceptarlo. Cuando alguien, destrozado, aunque haya sido un bandido o malhechor, le ruega, le pide, le suplica, ofrece todo lo que es y todo lo que tiene.

Desde su impotencia de crucificado, pero de Señor verdadero, ofrece perdón, misericordia y salvación.

Esta teología de la cruz es la clave para entender adecuadamente a Jesucristo como Rey del universo. Es un rey sin poder, es decir, el “sin-poder” del amor, de la verdad y del evangelio como buena nueva para todos los que necesitan su ayuda. “Hoy estarás conmigo en el paraíso” es la afirmación más rotunda de lo que este rey crucificado ofrece de verdad. No es la conquista del mundo, sino de nuestra propia vida más allá de este mundo.

Fray Miguel de Burgos Núñez
Lector y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura

CANTAREMOS:

      • Un pueblo que camina por el mundo ………………………….. 207
      • Una espiga …………………………………………………………….. 265
        • A Ti levanto mis ojos
      • Señor Dios nuestro …………………………………………………. 169
      • Tú reinarás ……………………………………………………………. 184

20 de Noviembre – XXXIV Domingo. Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo

Evangelio según San Lucas (Lc 23, 35-43)

Cuando Jesús estaba ya crucificado, las autoridades le hacían muecas, diciendo: “A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el elegido”.

También los soldados se burlaban de Jesús, y acercándose a él, le ofrecían vinagre y le decían: “Si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo”. Había, en efecto, sobre la cruz, un letrero en griego, latín y hebreo, que decía: “Éste es el rey de los judíos”.

Uno de los malhechores crucificados insultaba a Jesús, diciéndole: “Si tú eres el Mesías, sálvate a ti mismo y a nosotros”. Pero el otro le reclamaba, indignado: “¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Nosotros justamente recibimos el pago de lo que hicimos. Pero éste ningún mal ha hecho”. Y le decía a Jesús: “Señor, cuando llegues a tu Reino, acuérdate de mí”. Jesús le respondió: “Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso”.

13 de Noviembre – XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario /C

Evangelio según San Lucas ( Lc 21,5-19)

En aquel tiempo, como algunos ponderaban la solidez de la construcción del templo y la belleza de las ofrendas votivas que lo adornaban, Jesús dijo: “Días vendrán en que no quedará piedra sobre piedra de todo esto que están admirando; todo será destruido”.

Entonces le preguntaron: “Maestro, ¿cuándo va a ocurrir esto y cuál será la señal de que ya está a punto de suceder?” Él les respondió: “Cuídense de que nadie los engañe, porque muchos vendrán usurpando mi nombre y dirán: ‘Yo soy el Mesías. El tiempo ha llegado’. Pero no les hagan caso. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones, que no los domine el pánico, porque eso tiene que acontecer, pero todavía no es el fin”.

Luego les dijo: “Se levantará una nación contra otra y un reino contra otro. En diferentes lugares habrá grandes terremotos, epidemias y hambre, y aparecerán en el cielo señales prodigiosas y terribles.

Pero antes de todo esto los perseguirán a ustedes y los apresarán; los llevarán a los tribunales y a la cárcel, y los harán comparecer ante reyes y gobernadores, por causa mía. Con esto darán testimonio de mí.

Grábense bien que no tienen que preparar de antemano su defensa, porque yo les daré palabras sabias, a las que no podrá resistir ni contradecir ningún adversario de ustedes.

Los traicionarán hasta sus propios padres, hermanos, parientes y amigos. Matarán a algunos de ustedes y todos los odiarán por causa mía. Sin embargo, no caerá ningún cabello de la cabeza de ustedes. Si se mantienen firmes, conseguirán la vida”.

6 de Noviembre – XXXII Domingo del Tiempo Ordinario /C

Evangelio según san Lucas (Lc 20,27-38)

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús algunos saduceos. Como los saduceos niegan la resurrección de los muertos, le preguntaron: “Maestro, Moisés nos dejó escrito que si alguno tiene un hermano casado que muere sin haber tenido hijos, se case con la viuda para dar descendencia a su hermano. Hubo una vez siete hermanos, el mayor de los cuales se casó y murió sin dejar hijos. El segundo, el tercero y los demás, hasta el séptimo, tomaron por esposa a la viuda y todos murieron sin dejar sucesión. Por fin murió también la viuda. Ahora bien, cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será esposa la mujer, pues los siete estuvieron casados con ella?”

Jesús les dijo: “En esta vida, hombres y mujeres se casan, pero en la vida futura, los que sean juzgados dignos de ella y de la resurrección de los muertos, no se casarán ni podrán ya morir, porque serán como los ángeles e hijos de Dios, pues él los habrá resucitado.

Y que los muertos resucitan, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor, Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob. Porque Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos viven”.

Nota Eclesial : Venciendo obstáculos como Zaqueo.

(RV).- No es lo que somos ni lo que tenemos lo que nos impulsa a buscar a Cristo, sino la necesidad de experimentar su misericordia. Así observamos a Zaqueo en el Evangelio (Lucas 19, 1-10) superando obstáculos para conocer a Jesús y ser testigo de la salvación.

“Hoy ha llegado la salvación a tu casa”  (Lc 19, 9),  le dijo Jesús al hombre que luego de tantas situaciones no orientadas al bien común es impactado por la misericordia de Dios que, sin mirar la condición del pecador se agrada en el esfuerzo por alcanzarlo para estar con Él.

De esta manera actuó Zaqueo, venciendo las dificultades para conocer a Jesucristo. En la resiente Jornada Mundial de la Juventud, el Papa Francisco hablaba sobre estos obstáculos superados por Zaqueo. “El primero es la baja estatura: Zaqueo no conseguía ver al Maestro, porque era bajo”, pero no podemos obviar que nuestra estatura espiritual es tan grande como el don de ser hijos de Dios que nos impulsa siempre a buscarlo.

Francisco menciona la “vergüenza paralizante”, como un segundo obstáculo que hace permanecer en el pecado, cerrando los ojos a la salvación. El Papa decía en aquella homilía “no se avergüencen de llevarle todo, especialmente las debilidades, las dificultades y los pecados, en la confesión: Él sabrá sorprenderlos con su perdón y su paz”.

Y luego el obstáculo de la “multitud que murmura” a quienes quieren estar cerca de Jesús, cuya misericordia es infinita. Jesucristo no mira el pasado del hombre arrepentido sino su propósito de construir con el Evangelio, compartiendo con los pobres sus bienes, un puente para ser testigo de la salvación.

La salvación nos hace herederos del amor y la misericordia de Dios, recuerda que somos capaces de seguir venciendo los obstáculos de un mundo relativista para encontrarnos con Jesucristo en su Evangelio y los sacramentos, y vivir la alegría de la salvación.

P. Johan Pacheco para RADIO VATICANA.

http://es.radiovaticana.va/news/2016/10/29/nota_eclesial-_p_johan_pacheco_-_domenica_30_octubre_2016/1268629

Cantaremos. XXXI Domingo del Tiempo Ordinario /C

La Liturgia nos invita a no tener miedo de ir a lo más interno de nosotros mismos para descubrir la necesidad de transformación que llevamos dentro.

Zaqueo es un hombre que sólo ha servido al Dios dinero. Por eso mismo es una persona insatisfecha. Su vida se ha quedado atrapada en la inhumanidad. El Evangelio lo describe como bajo de estatura. ¿Será que la estatura humana tiene el tamaño de la dignidad, libertad y generosidad que poseamos? Pero este hombre encontró en Jesús un nuevo motivo para vivir.

El encuentro con Jesús lo cambió por completo. Su estatura también cambió. De ahora en adelante su estatura será la alegría, la generosidad y la libertad. Y es que si permitimos la entrada de Dios en nuestra vida, a nuestra familia, a nuestro trabajo y a nuestra comunidad eclesial o religiosa, todo se transformará. La amistad con Dios sólo da lugar a la comunión, fraternidad y solidaridad.

Muchas veces nos dejamos atrapar por nuestras rutinas dañinas, aunque no las veamos, ni midamos el daño que producen. Con el paso del tiempo terminamos acostumbrándonos a lo que somos y hacemos. Incluso, llegamos a convencernos que es demasiado tarde para cambiar. Y por ello nos cerramos a la novedad de Dios y a la novedad de la vida. Que rompamos nuestros cercos para exponernos al fuego de la Palabra, para que nos convirtamos en auténticos hijos de Dios y hermanos de los demás.

P. Gustavo Albarrán, sj. (Pan Diario de la Palabra)

CANTAREMOS:

      • El Señor nos llama y nos reúne ………………………….     
        • Señor ten piedad – Gloria
        • Aleluya – Antífona
      • Este pan y vino ………………………………………………..    
        • Santo – Padre nuestro
        • La Paz – Cordero de Dios
      • Pescador ………………………………………………………..    
      • Señor tu eres nuestra luz …………………………………    
      • Alabaré …………………………………………………………     

30 de Octubre- XXXI Domingo del Tiempo Ordinario /C

Evangelio según san Lucas (Lc 19,1-10)

En aquel tiempo, Jesús entró en Jericó, y al ir atravesando la ciudad, sucedió que un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de conocer a Jesús; pero la gente se lo impedía, porque Zaqueo era de baja estatura. Entonces corrió y se subió a un árbol para verlo cuando pasara por ahí. Al llegar a ese lugar, Jesús levantó los ojos y le dijo: “Zaqueo, bájate pronto, porque hoy tengo que hospedarme en tu casa”.

Él bajó enseguida y lo recibió muy contento. Al ver esto, comenzaron todos a murmurar diciendo: “Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador”.

Zaqueo, poniéndose de pie, dijo a Jesús: “Mira, Señor, voy a dar a los pobres la mitad de mis bienes, y si he defraudado a alguien, le restituiré cuatro veces más”. Jesús le dijo: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también él es hijo de Abraham, y el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido”.

Porras : De Santa Teresa al Vaticano.

Alberto Arteaga Sánchez

De una humilde y acogedora escuela parroquial, Santa Teresa, de Miracielos a Hospital, a media cuadra de la plaza La Concordia, se formó Baltazar Porras, designado cardenal por el papa Francisco.

Después de una breve pasantía por el colegio Fray Luis de León, en las esquinas de Cristo a Isleños, hoy en la avenida Fuerzas Armadas, de los agustinos recoletos, Baltazar pasó a la escuela dirigida por monseñor Hortensio Carrillo, párroco de la iglesia de Santa Teresa, hogar del Nazareno de San Pablo, cura dinámico y ejemplar, que fue a parar con sus huesos a la cárcel , en los estertores de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, siendo así que los ataques contra los sacerdotes y obispos se arrecian en los tiempos finales de dictaduras.

Con los padres eudistas, bajo el rectorado del esclarecido y santo Miguel Antonio Salas, su predecesor en el Arzobispado de Mérida, inició su formación en el Seminario Interdiocesano de Caracas, en Sabana del Blanco, en La Pastora, para culminar sus estudios en la Universidad de Salamanca.

Baltazar Porras es orgullo de la Iglesia, pilar de la Conferencia Episcopal, cuya presidencia ejerció en momentos extremadamente graves y difíciles para Venezuela, de todo lo cual derivaron no solo ataques verbales y acoso político, sino descabelladas e injustas imputaciones ante el propio Ministerio Público, acciones infames, deplorables, que solo pueden tener cabida en gobiernos autoritarios que siempre han visto a la Iglesia como enemiga, en razón de su firme posición de defensa de los derechos humanos.

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23 de Octubre – XXX Domingo del Tiempo Ordinario/C

Evangelio según san Lucas (LC 18, 9-14)

En aquel tiempo, Jesús dijo esta parábola sobre algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás:

“Dos hombres subieron al templo para orar: uno era fariseo y el otro, publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: ‘Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos y adúlteros; tampoco soy como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todas mis ganancias’.

El publicano, en cambio, se quedó lejos y no se atrevía a levantar los ojos al cielo. Lo único que hacía era golpearse el pecho, diciendo: ‘Dios mío, apiádate de mí, que soy un pecador’.

Pues bien, yo les aseguro que éste bajó a su casa justificado y aquél no; porque todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido”.