Categoría: Papa Francisco

In Coena Domini. El Papa a los sacerdotes: déjense lavar los pies

En la noche en el que el más grande se hace pequeño, (cfr. Jn 13, 3-5), el Pontífice improvisa la homilía de la Misa de la Cena del Señor, y da tres palabras claves, Eucaristía, servicio, unción, es decir “la realidad de esta celebración”. Y se dirige a los sacerdotes, a quienes hoy lleva consigo al altar. “Sean grandes perdonadores”, les dice.

Griselda Mutual – Ciudad del Vaticano

El día en que la Iglesia conmemora la Última Cena celebrada por Jesús con sus doce discípulos en «la noche en que iba a ser entregado» (1 Cor 11,23), durante la cual el Maestro instituyó la Eucaristía y el Sacerdocio cristiano y que marca el inicio del Triduo Pascual, el Papa Francisco celebró la Santa Misa en la Basílica Vaticana. Una Misa inusual, debido a la pandemia en curso, que ve al Sumo Pontífice celebrarla en una basílica semivacía, tras haberla celebrado cinco años en el interior de una cárcel, tras haber lavado los pies de personas privadas de su libertad, de pobres y de refugiados. Este año, esos ritos no están presentes, debido al distanciamiento social pedido por las autoridades para prevenir los contagios. La comunión de la Iglesia es de todos modos latente: en los hogares convertidos en templos domésticos así como en las iglesias y en las comunidades religiosas, gracias también a los medios de comunicación social. 

Eucaristía, servicio, unción

En la noche en el que el más grande se hace pequeño, (cfr. Jn 13, 3-5), el Pontífice improvisa la homilía, y da tres palabras claves al iniciar, a partir de las cuales desarrollará la primera parte de su reflexión: Eucaristía, servicio, unción.

El Señor que quiere permanecer con nosotros en la Eucaristía, y nosotros nos convertimos siempre en sagrarios del Señor: llevamos al Señor con nosotros hasta el punto de que él mismo nos dice que si no comemos su cuerpo y bebemos su sangre, no entraremos en el Reino de los Cielos. Misterio, esto del pan y el vino, del Señor con nosotros, en nosotros, dentro de nosotros.

El servicio: ese gesto que es una condición para entrar en el Reino de los Cielos. Servir, sí, a todos. Pero el Señor, en ese intercambio de palabras que tuvo con Pedro, le hace entender que para entrar en el Reino de los Cielos debemos dejar que el Señor nos sirva, que sea el Siervo de Dios siervo de nosotros. Y esto es difícil de entender. Si no dejo que el Señor sea mi siervo, que el Señor me lave, me haga crecer, me perdone, no entraré en el Reino de los Cielos.

Y el sacerdocio. Hoy quisiera estar cerca de los sacerdotes, de todos los sacerdotes, desde el más reciente ordenado hasta el Papa: todos somos sacerdotes. Obispos, todos… Somos ungidos, ungidos por el Señor; ungidos para hacer la Eucaristía, ungidos para servir.

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Lo que no dijo Francisco

P. Diego Bedoya
Luis Fernando González

“Y la Palabra se hizo fragilidad,
y puso su Morada entre nosotros…”
Juan 1, 14

Las finas imágenes de ayer que todavía se hacen presente en nuestra memoria, evocan toda una experiencia reveladora del Dios de Jesús. Sin lugar a dudas, las palabras de Francisco fueron bálsamos para esta hora crítica, nos hizo entender la profundidad del Evangelio cuando se pasa por la vida. Su mensaje fue capaz de hacer bajar lágrimas por las mejillas, acelerar el corazón, emocionarnos y revelarnos que Dios no está lejos.

Pero más allá de las profundas y hermosas palabras pronunciada ayer, queremos hacer una comprensión de los gestos silenciosos que hablaron con fuerza. Cuando nos atrevemos a captar a Dios, cuando dejamos que su presencia portadora de sentido nos interpele, cuando abrimos la vida sin miedo a la novedad que desea regalarnos, el silencio es la mejor opción para verlo. Ayer hubo gestos abrumadores, ayer cada imagen sorprendió nuestra retina, ayer pudimos ver a Dios en el otro discurso, en los símbolos que estaban ahí.

El primer gesto es un hombre entrado en años vestido de blanco caminando bajo la lluvia, atravesando silenciosamente una plaza inmensa apoyado en su cojera, con su mirada profunda y en sus hombros el miedo y el dolor de la humanidad en estos momentos. Antes de terminar su caminar, cuando los pasos se hacen más vacilantes, necesita apoyarse, necesita de otro, necesita una mano que lo ayude a subir. En este gesto nos damos cuenta que solos no somos capaces, solos no llegamos lejos, solos nos hundimos en nuestra autosuficiencia. La fragilidad nos confronta con lo menesterosos que somos, y al mismo tiempo, nos hace entender que la última palabra la tiene Dios.

El segundo gesto es un esfuerzo por respirar. Cuando Francisco inicia la oración dándose la bendición e invitando a todos a orar, le cuesta mantener el aire, su cuerpo se ve forzado a respirar hondo. Este hombre frágil, con un solo pulmón, entiende lo que está pasando en el mundo. Su carne vulnerable se une a todas las personas que están luchando por mantenerse vivas. Dios no está en el balcón mirando pasivamente desde lejos. Dios está luchando en el mundo para mantener la vida. La fragilidad del Papa revela al Dios débil que se hace carne de nuestra carne y desde allí poder ver su presencia auténtica.

El tercer gesto es una tarde que se va desvaneciendo y que se deja abrazar por la noche, como quien se rehúsa a morir, pero al final entiende que es su real destino. Cuando miramos hacia adentro, cuando hemos sido forzados a ir a nuestras casas, entendemos que durante estos días la vida parece desvanecerse, hay una sensación de victoria de la pandemia, nos sentimos avasallados por una tarde que nos cae encima con toda su fuerza y que parece inevitable. Pero más allá de esta sensación, cuando la tarde, como último atisbo de luz parece perderse en la noche, y experimentamos el miedo y la soledad, la presencia de Dios siempre estará latente para sostenernos. No se nos olvide que es en medio de la noche donde Dios baja a las profundidades de la nuestra vida para resucitarla.

El cuarto gesto son seis antorchas vacilantes que no se apagan a pesar de la lluvia. A medida que se va adentrando la noche, la luz permanece fiel. Con el peligro contante de las gotas de lluvia, arden más fuerte. En estos momentos de gran tormenta la opción por Jesús es lo que nos mantiene firmes en medio de las borrascas que amenazan con apagar la vida. La debilidad de aquellas antorchas ante ese inmenso cielo azul que deja caer sus gotas, son el testimonio que en esta hora de la historia la salvación vendrá de lo débil del mundo.

El quinto gesto es el Cristo solitario de San Marcelo. En esta bella figura hay un elemento que ha sido demasiado elocuente. Cuando Francisco se dirige hacia Él, con su paso lento, se ve que el agua ha empapado esta imagen. Tras un profundo silencio, místico y envolvente, la cámara deja ver que el agua corre Cristo abajo. Esto recuerda aquella fina imagen del evangelista Juan, que en el momento definitivo de la vida de Jesús, tras ser traspasado por la lanza de un soldado, de su costado salió sangre y agua. Ayer, silenciosamente, hemos vuelto a entender que Jesús lo ha dado todo, no se ha guardado nada para sí, ya nadie le puede arrebatar nada, ni la muerte misma. Lo último que da el cuerpo humano es el plasma, signo de la entrega total. En esa agua la humanidad entera estaba y en esta realidad presente, hombres y mujeres lo siguen entregando todo para vida a otros.

El sexto gesto es un hombre hablando sin tapabocas y guantes. Ver a Francisco completamente vulnerable, expuesto, humano, nos enseña que Dios necesitaba hablar más fuerte que nunca, necesitaba una voz que no estuviera cubierta para regalarnos su palabra que consuela y anima. Necesitaba unas manos libres para abrazarnos a todos y hacernos sentir su compañía fiel. En esa plaza inmensa, las murallas se abrieron más que nunca para alcanzar al mundo entero en un abrazo.

El séptimo gesto es la Custodia en la puerta de la Basílica. El Resucitado dando la cara al mundo, mirando de frente la realidad, aconteciendo siempre en salida. Las puertas abiertas desde donde el Resucitado bendijo el mundo, son signo de que todos tenemos un lugar en el corazón de Dios. Más allá del miedo que pueda asaltarnos, Jesús vuelve y nos recuerda como a sus amigos que estaban encerrados, que Él abre las puertas a una realidad nueva que nos regala la paz. En la Custodia Jesús ha pronunciado una palabra de esperanza en tiempos de desolación, en la Custodia Jesús se hizo presente para primerear con su presencia el camino que estamos recorriendo, en la Custodia Jesús se vuelve a unir más íntimamente a todos mediante su pequeñez. En esa Hostia el corazón de un amor entregado sigue latiendo para que nunca nos sintamos solos.

Solamente unos ojos capaces de captar la presencia sutil de los gestos silenciosos, podrán ver a Dios aconteciendo en esta historia, sabrán que hay más de lo que se pide, hay más de lo que se ve, hay más de lo que se reclama escrupulosamente. Al finalizar, Francisco entrega el Santísimo, quizá esto sea lo más fuerte, pues vimos que en cada paso que daba la Custodia le pesaba más, estaba haciendo fuerza para sostenerla; sin lugar a dudas, Dios es de los frágiles, de los débiles, de los vulnerables. El lugar de la Revelación hoy son los que se encuentran postrados en las camas de los hospitales del mundo, los que están encerrados en sus casas contagiados, los que sienten que el cansancio los dobla, los que lo siguen dando todo para que la vida salga victoriosa.

Papa, Pentecostés: para tener paz necesitamos al Espíritu, no pastillas o soluciones rápidas

Mireia Bonilla – Ciudad del Vaticano

1560070694878.JPGEl Papa Francisco celebra la Santa Misa en la solemnidad de Pentecostés en la Plaza de San Pedro y asegura que la historia de los discípulos, que parecía haber llegado a su final, es renovada por la juventud del Espíritu: “aquellos jóvenes que poseídos por la incertidumbre pensaban que habían llegado al final, fueron transformados por una alegría que los hizo renacer” y esta transformación – ha puntualizado – es obra “del Espíritu Santo”. 

Y es precisamente en torno a la tercera persona de la Trinidad que el Papa Francisco ha centrado su homilía. Para el Papa, el Espíritu no es, como podría parecer, “algo abstracto” sino “la persona más concreta y más cercana que nos cambia la vida”. Y para corroborar esto, pide que nos fijemos en los apóstoles, a quienes el Espíritu no les facilitó la vida ni les realizó milagros espectaculares pero les trajo la armonía que les faltaba, “porque Él es armonía” ha dicho el Obispo de Roma.

El Espíritu Santo trae armonía dentro del hombre

El Papa también ha señalado que la historia de los discípulos nos dice que incluso ver al Resucitado no es suficiente si uno no lo recibe en su corazón: “No sirve de nada saber que el Resucitado está vivo si no vivimos como resucitados”. Y en este sentido, explica que es el Espíritu el que hace “que Jesús viva y renazca en nosotros” y el que “nos resucita por dentro”.

La paz no es solucionar problemas externos sino recibir al Espíritu

Posteriormente, narrando cuando Jesús le dice a los discípulos: «Paz a vosotros» y les da el Espíritu, el Pontífice ha señalado que la paz no consiste en solucionar los problemas externos sino en recibir el Espíritu Santo: “cuántas veces nos quedamos en la superficie y en lugar de buscar el Espíritu tratamos de mantenernos a flote, pensando que todo irá mejor si se acaba ese problema, si ya no veo a esa persona, si se mejora esa situación” ha dicho el Papa, advirtiendo que esta actitud no nos dará tranquilidad, pues “una vez que termina un problema, vendrá otro y la inquietud volverá”. En cambio, sí la encontraremos en la paz de Jesús y la armonía del Espíritu.

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Papa desea que elecciones permitan salir de la crisis en Venezuela


El papa Francisco (c), después de posar para una foto junto a diplomáticos en la Capilla Sixtina, en el Vaticano el 8 de enero de 2018© POOL/AFP Andrew Medichini


En su largo discurso ante los 183 embajadores y representantes acreditados ante la Santa Sede, el papa argentino analizó los varios focos de conflicto que amenazan al mundo y se refirió en particular a la situación de Venezuela.

“Pienso especialmente en la querida Venezuela, que está atravesando una crisis política y humanitaria cada vez más dramática y sin precedentes”, señaló.

“La Santa Sede, mientras que exhorta a responder sin demora a las necesidades primarias de la población, desea que se creen las condiciones para que las elecciones previstas durante el año en curso logren dar inicio a la solución de los conflictos existentes, y se pueda mirar al futuro con renovada serenidad”, subrayó.

Francisco ha multiplicado sus llamados a favor del diálogo en Venezuela en los últimos días, inclusive el día de Navidad, y ve con buenos ojos la tercera ronda de conversaciones que se celebrará el 11 y 12 de enero en Santo Domingo, indicaron fuentes religiosas.

El jefe de la Iglesia católica de Venezuela, monseñor Diego Padrón, abogó también la víspera por un “acuerdo creíble, ponderado y realizable” en las negociaciones entre el gobierno de Nicolás Maduro y la oposición, que se presenta dividida.

Francisco, que emprende este mes un viaje a Chile y Perú, recordó su histórica visita en septiembre pasado a Colombia.

“Por último, en Colombia deseé bendecir los esfuerzos y la valentía de ese amado pueblo, marcado por un vivo anhelo de paz tras más de medio siglo de conflicto interno”, recalcó.

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El desafío de los “cavalieri”

Paola Bergamini – 6/6/2017 – http://revistahuellas.org/default.asp?id=423

 

Plaza del Santo Oficio en Roma, 6.45h del 2 de junio. La voz de Giovanni irrumpe con fuerza: «Chicos, juntaos, tomad vuestros instrumentos, entramos dentro de poco y empezamos a ensayar». Treinta jóvenes músicos de entre once y catorce años se agrupan en torno al director de la Mauro Moruzzi Juniorband. Vienen desde Cremona, han viajado durante la noche en autobús. Y estos ensayos no son para un concierto “normal”. En el aula Pablo VI acompañarán los cantos de los más de cinco mil Cavalieri (nombre con el que se conoce a los grupos de jóvenes de enseñanza media) que, como ellos, vienen desde toda Italia y de otros países para participar en la audiencia con el Papa Francisco. Ellos no son los únicos que han viajado durante la noche, y tampoco son los únicos que están allí tan temprano.
A las ocho se abren las puertas. Vera, con su camiseta verde fluorescente, agita en alto las manos para indicar a los jóvenes que muestren la pulsera de goma que dice “Cavalieri 2017”: es la tarjeta de acceso para los controles policiales. Ese será el único momento en que estos chavales se muevan con lentitud.
Luego empieza la carrera hacia el aula. Parada en el patio para recoger las bufandas amarillas y blancas donde puede leerse “I Cavalieri incontrano il Papa”. Algunos se la atan en la cabeza y luego siguen corriendo.
En el escenario la orquesta afina los instrumentos. A la banda de Cremona se han unido chavales de otras ciudades. En total son cincuenta, incluidos los cuatro colegas de Giovanni, que han ido hasta allí movidos por la curiosidad de ver qué eran esos Cavalieri de los que tanto hablan sus alumnos. Es la primera vez que tocarán todos juntos. Marcello Brambilla, el responsable de los Cavalieri, se acerca a ellos: «Chavales, vosotros hoy seréis un signo para todos si sois conscientes de que Jesús está con vosotros. Lo digo para vosotros y también para mí. Podemos tener la tentación de sentirnos mejores por estar aquí arriba, pero en realidad estáis haciendo un servicio a todos los demás. Estad unidos y seguid las indicaciones. Si os equivocáis, lo haréis delante de Jesús, que estará sonriendo, os lo aseguro, así que no hay problema». «Esto es otra cosa», suspira aliviado un chaval.

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La corrupción, la peor plaga, cáncer que consume el hombre y la sociedad: El Papa en el prefacio del libro del Card. Turkson

(RV).- Fue publicado este 15 de junio, con el prefacio del Santo Padre, un libro-entrevista del cardenal Peter Turkson con Victor V. Alberti, titulado “Corrosión”, sobre el combatir la corrupción en la Iglesia y en la sociedad. El libro se publica en concomitancia con el debate sobre corrupción organizado en el Vaticano por el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, del cual es presidente el Card. Peter Turkson, en colaboración con la Academia Pontificia de las Ciencias Sociales y en el que participa un grupo formado por cristianos y no cristianos, personalidades eclesiásticas e institucionales, jueces, representantes de la policía, miembros  de movimientos y organizaciones, víctimas de delitos, periodistas e intelectuales, provenientes de diversas partes del mundo.

“¿Qué es lo que está en el origen de la explotación del hombre sobre otro hombre? ¿Qué hay en el origen de la degradación y de la falta de desarrollo? ¿Qué hay en el origen de la trata de personas, de las armas, de las drogas? ¿Qué en el origen de la injusticia social y de la mortificación del mérito? ¿Qué cosa está en el origen de la ausencia de servicios para las personas? ¿Qué hay en la raíz de la esclavitud, del desempleo, del abandono de la ciudad, de los bienes comunes y la naturaleza? ¿Qué cosa, en definitiva, lacera el derecho fundamental del ser humano, la integridad del medio ambiente?”. Esta serie de preguntas, planteadas tras el análisis de la raíz etimológica de la corrupción (laceración, ruptura, descomposición, desintegración) ,y de la relación del ser humano con Dios, con su prójimo y con la creación, introducen la reflexión del Papa Francisco sobre el libro del Card. Turkson, cuya síntesis ofrecemos a continuación:

Leer y oir las palabras del Papa en : http://es.radiovaticana.va/news/2017/06/15/la_corrupci%C3%B3n,_plaga_social,_el_c%C3%A1ncer_que_mata_el_papa/1319296

Audiencia del Papa a obispos venezolanos: diálogo, consolación y cercanía al pueblo

El Papa Francisco recibió este jueves 8 de junio a los miembros de la presidencia de la Conferencia Episcopal de Venezuela. Un encuentro importante solicitado por los mismos obispos tras el agravarse la situación en este país sudamericano. Acerca de los temas tratados con el Pontífice y de las expectativas y esperanzas de los obispos venezolanos para su país, habló con nuestra emisora, el Presidente de la Conferencia Episcopal de Venezuela y arzobispo de Cumaná, Mons. Diego Padrón Sánchez. Éstas fueron sus palabras:


Audio: Entrevista


“Nosotros planteamos al Santo Padre en primer lugar la firmeza de nuestra adhesión a su persona y a su Magisterio y a las líneas que el Papa traza tanto en sus documentos como en sus discursos, como así también en las cartas que ha enviado al pueblo venezolano. En Venezuela, se corrió hace algunos meses, la idea de que la Conferencia Episcopal está en desobediencia en relación al Papa o está en contra incluso de las líneas que marca el Papa. Y queríamos desmentir esa visión negativa, divisoria de la Iglesia. El Papa está muy consciente y nos dijo que teníamos todo su apoyo, y no solamente el apoyo suyo personal sino también el de la Santa Sede. Nosotros estamos muy claros en nuestra obediencia y comunión con el Santo Padre y estamos también muy seguros de que el Papa reafirma las líneas, las decisiones de la Conferencia Episcopal Venezolana”.

Cincuenta minutos de encuentro con el Pontífice que el Presidente de la CEV define “una gracia muy grande, en primer lugar, porque sabemos que las audiencias con el Papa son más bien breves. Y en segundo lugar, porque esos 50 minutos han sido de un diálogo muy cercano, muy abierto, de mucha disposición del Santo Padre y de mucho apoyo, de palabras de consuelo. Y no solamente de palabras sino de una actitud de cercanía al pueblo venezolano. El interés fundamental de este encuentro fue presentar las necesidades, las angustias, los sufrimientos de nuestro pueblo y creo que ayer quedaron bien destacadas”.

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Papa: “No podía dejar de venir aquí para venerar a la Virgen Madre” (Homilía del Papa en Fátima)

(RV).- “Queridos Peregrinos, tenemos una Madre. Aferrándonos a ella como hijos, vivamos de la esperanza que se apoya en Jesús, porque, como hemos escuchado en la segunda lectura, ‘los que reciben a raudales el don gratuito de la justificación reinarán en la vida gracias a uno solo, Jesucristo’ (Rm 5,17)”. Lo dijo el Papa Francisco en su homilía de esta Misa multitudinaria celebrada en el atrio de la Basílica de Nuestra Señora del Rosario de Fátima.

El Pontífice reafirmó con las palabras de los videntes, de “aquel bendito 13 de mayo de hace cien años”, que tenemos una Madre, una “Señora muy bella”. “La Virgen Madre no vino aquí – añadió el Obispo de Roma – para que nosotros la viéramos: para esto tendremos toda la eternidad, a condición de que vayamos al cielo”. Sin embargo Ella – prosiguió – previendo y advirtiéndonos sobre el peligro del infierno al que nos lleva una vida – a menudo propuesta e impuesta – sin Dios y que profana a Dios en sus criaturas, “vino a recordarnos la Luz de Dios que mora en nosotros”.

Además, según las palabras de Lucía, el Santo Padre dijo que “los tres privilegiados se encontraban dentro de la Luz de Dios que la Virgen irradiaba”. Ella los rodeaba con el manto de Luz que Dios le había dado. Según el creer y el sentir de muchos peregrinos – por no decir de todos – Fátima es sobre todo este manto de Luz que nos cubre, tanto aquí como en cualquier otra parte de la tierra, cuando nos refugiamos bajo la protección de la Virgen Madre para pedirle, como enseña la Salve Regina, «muéstranos a Jesús».

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