Vale la pena

Vale la pena

Julio César Arreaza B

Al entrar a la Urbanización La Lagunita por la Avenida Sur,  irrumpe al poco tiempo de transitarla ante nuestra vista, la hermosa Iglesia Cristiana Rumana Ortodoxa, San Constantino y Santa Elena, sólo existen 15 templos religiosos de este tipo en el mundo y dos de ellos están ubicados fuera de Rumania, uno en Caracas desde hace 17 años y el otro en Chicago.

Visitamos el templo construido artesanalmente en madera, su estructura dividida pieza por pieza, fue transportada prefabricada en barco desde Rumania, y ensamblada sin clavos ni objetos metálicos, para evitar semejanzas con los herrajes y martillos de la crucifixión de Cristo.

En su interior observamos maravillados las paredes y techos cubiertos de pinturas religiosas neobizantinas, los íconos de las Iglesias ortodoxas y  las alfombras sobre sus pisos elaboradas a mano.

Contemplamos en profusión de colores, las pinturas del Bautismo de Jesús, de la Última Cena, la Crucifixión de Jesús, la Resurrección de Cristo, la Asunción de  María y la de los patronos eclesiásticos San Constantino y su madre Santa Elena. Aparecen llenas de belleza para nuestro disfrute, las imágenes de Cristo, la Virgen María y nuestra patrona María de Coromoto, expresadas en íconos repujados en plata. Las puertas del Altar abren las puertas del alma, de un lado aparece Gabriel con un lirio en la mano, para proteger nuestro interior, y del otro,  Miguel, ángel de fuego con el ojo de Dios, para con su escudo protegernos de los males del exterior.

Las escaleras del templo construidas con un solo tronco conducen al campanario, cuya torre se eleva a 45 m de altura. Las tejas del techo en número de 60 mil, fueron colocadas al estilo de escamas de pescados.

La iglesia ortodoxa cuenta con los siete sacramentos de nuestra iglesia católica, siendo para ellos los más importantes el bautismo y el matrimonio. Marchamos juntos hasta el año 1054 y tenemos como base común los primeros siete concilios.

Rumania fue el primer país ortodoxo que recibió la visita del Papa Juan Pablo II, en el año 2000. Vislumbramos en un futuro no muy lejano la reunificación.

Tuvimos el privilegio de asistir a la celebración litúrgica presidida por el párroco, padre Vasile Lungeanu.

Vale la pena asistir a un oficio litúrgico cualquier domingo a las 11 de la mañana,  celebrado mitad en castellano y mitad en rumano, junto a nosotros conviven alrededor  de un centenar de familias de raíz rumana.

Nos sentimos trasladados a tierras eslavas e inspirados por la atmósfera sagrada y el particular aroma a madera del templo.

@JulioCArreaza