28 de Agosto. Domingo XXII del Tiempo Ordinario /A

Evangelio según San Mateo (Mt 16, 21-27)

En aquel tiempo, comenzó Jesús a anunciar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalem para padecer allí mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que tenía que ser condenado a muerte y resucitar al tercer día.

Pedro se lo llevó aparte y trató de disuadirlo, diciéndole: ” No lo permita Dios, señor. Eso no te puede suceder a ti”. Pero Jesús se volvió a Pedro y le dijo:” ¡Apartate de mí, Satanás, y no intentes hacerme tropezar en mi camino, porque tu modo de pensar no es el de Dios, sino el de los hombres!”

Luego Jesús dijo a sus discipulos:”El que quiera venir conmigo que renuncie a si mismo, que tome su cruz y me siga. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí, la encontrará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero, si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar uno a cambio para recobrarla?

Porque el Hijo del hombre ha de venir rodeado de la gloria de su Padre, en compañia de sus ángeles, y entonces le dará a cada uno lo que merecen sus obras”.