Día: 8 de diciembre de 2011

Cantaremos. Tercer Domingo de Adviento /B

El testigo de la luz no habla mucho, pero es una voz. Vive algo inconfundible, comunica lo que a él le hace vivir. No dice cosas sobre Dios, pero contagia “algo”. No enseña simplemente, pero invita a creer. Debemos sentirnos orgullosos de nuestra fe en el Cristo, en el Mesías que siempre viene. Debemos ser gente de palabra, para que nuestra voz sea en este desierto de la vida, una humilde invitación a una forma más humana y cristiana de vivir. Debemos sentirnos alegres cuando logramos atraer las miradas, no a nosotros mismos, sino al Señor que es el centro y el movíl de nuestra fe. Si vivimos en Dios y para Dios, no tenemos necesidad de ir por el mundo fingiendo lo que no somos.

Cantaremos:

Ven, ven, Señor no tardes…………….215
Señor ten piedad
Aleluluya-Preparad el camino………..139
Este es el momento……………………..73
Santo-Padre nuestro-Cordero
Ven a nuestro mundo…………………..271
Como el rocío…………………………….231
Ven, ven Señor no tardes……………..220

11 de Diciembre. Domingo III de Adviento /B

Evangelio según San Juan (Jn 1,6-8,19-28)

Hubo un hombre enviado por Dios que se llamaba Juan. Este vino como testigo, para dar testimonio de luz, para que todos creyeran por medio de él. Él no era la luz, sino testigo de la luz.

Este es el testimonio que dio Juan el Bautista cuando los judíos enviaron desde Jerusalén a unos sacerdotes y levitas para preguntarle: “¿Quién eres tú?” Él reconoció y no negó quién era. Él afirmó: “Yo no soy el Mesías”. De nuevo le preguntaron: “¿Quién eres pues? ¿Eres Elías?” Él les respondió: “No lo soy”, “¿Eres el profeta?@ Respondió: “No”. Le dijeron: “Entonces dinos quién eres, para poder llevar una respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?” Juan les contestó: “Yo soy la voz que grita en el desierto: ‘Enderecen el camino del Señor’, como anunció el profeta Isaías”.

Los enviados, que pertenecían a la secta de los fariseos, le preguntaron: “Entonces ¿por qué bautizas, si no eres el Mesías, ni Elías, ni el profeta?” Juan les respondió: “Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay uno, al que ustedes no conocen, alguien que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle las correas de sus sandalias”.

Esto sucedió en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde Juan bautizaba.