Mes: noviembre 2013

Cantaremos. 10 de Noviembre, XXXII Domingo del Tiempo Ordinario /C

Los saduceos que no creían en la inmortalidad se acercan a Jesús con el ficticio cuento de una mujer que estuvo desposada con siete hermanos. Llama la atención que sea un grupo de personas que no creen en la resurrección los que aparecen preocupados por un argumento en el que no creen.  Lo mismo sucede en nuestros días, cuando por todas partes escuchamos a los "modernos saduceos" cuestionando a la Iglesia y a sus representantes, por lo que se hace y por lo que deja de hacer…..

Ante un argumento tan elaborado como éste, Jesús responde con autoridad: "Ustedes están en un gran error…Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos" y  contrapone ante ellos la vida temporal y la vida eterna. El matrimonio y su misión de reproducción reflejan una necesidad impuesta por la muerte, cosa que en la vida futura ya no será necesaria. Al no ser necesario el matrimonio, los que se hagan acreedores a la vida eterna "serán como los Ángeles del cielo, hijos de Dios, partícipes de su resurrección. Estas preguntas inquietantes tienen su respuesta en la Fe:  Dios nos ha credo para la vida y la vida tiene origen sólo en Dios, brota de Él, obtiene su respuesta en Él, hasta que finalmente llega a su plenitud en ÉL.

Dios conoce nuestro amor a la vida, no sólo por la nuestra, sino la de todos aquellos a los que amamos…En lo más profundo de nosotros mismos está dibujado un horizonte de eternidad.  Como cantamos en "La muerte no es el final",  "Nuestro destino es vivir, siendo felices, sin padecer ni morir!

 

CANTAREMOS:

        • Un pueblo que camina por el mundo……………………………………207
          • Señor ten piedad-Gloria-Antífona
          • Aleluya
        • En la patena…………………………………………………………………….68
          • Santo-Padre nuestro-La paz
          • Cordero de Dios
        • El pueblo de Dios………………………………………………………………67
        • Tomado de la mano…………………………………………………………161

10 de Noviembre. Domingo XXXII del Tiempo Ordinario/C

Evangelio según san Lucas (Lc 20,27-38)

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la resurrección y le preguntaron:
Maestro, Moisés nos dejó escrito: «Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer pero sin hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano.» Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos. Y el segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete murieron sin dejar hijos. Por último murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será esposa la mujer, pues los siete han estado casados con ella?.
Jesús les contestó:
–En esta vida hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos, no se casarán. Pues ya no pueden morir, porque serán como los ángeles; son hijos de Dios, porque participan en la resurrección. Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor: «Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob.» Porque Dios no es Dios de muertos sino de vivos pues para él todos viven.

3 de Noviembre.Domingo XXXI del Tiempo Ordinario/C

Evangelio según san Lucas (Lc 19,1-10)

En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad.
Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de conocer a Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a un árbol para verlo, porque tenía que pasar por allí.
Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo:
–Zaqueo, bájate pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.
Él bajó en seguida, y lo recibió muy contento.
Al ver esto, comenzaron todos a murmurar diciendo:
–Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador.
Pero Zaqueo se puso de pie, y dijo a Jesús:
–Mira, Señor, voy a dar a los pobres la mitad de mis bienes,  y si he defraudado a alguien , le restituiré cuatro veces más.
Jesús le contestó:
–Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también él  es hijo de Abrahán, y el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido