Día: 24 de marzo de 2016

El Papa en la Misa Crismal: Jesús nos convierte de pobres y ciegos a ministros de misericordia y consolación

 

(RV).- La Misericordia de Dios estuvo en el centro de la homilía del Papa Francisco durante la Santa Misa Crismal del Jueves Santo, y lo hizo incidiendo en dos ámbitos en los cuales el Señor excede en su Misericordia: “el del encuentro y el de su perdón que nos hace avergonzarnos y nos da la dignidad”.

Hablando del perdón excesivo del Señor, el Papa Francisco aseguró que tendríamos que mantenernos siempre en esa tensión sana entre una digna vergüenza y una avergonzada dignidad: “actitud de quien por sí mismo busca humillarse y abajarse, pero es capaz de aceptar que el Señor lo ensalce en bien de la misión, sin creérselo”.

El Obispo de Roma recordó que en el Año Jubilar recibimos con avergonzada dignidad  la Misericordia en la carne herida de nuestro Señor Jesucristo y le pedimos que nos lave de todo pecado y nos libre de todo mal; y con la gracia del Espíritu Santo nos comprometemos a comunicar la Misericordia de Dios a todos los hombres, practicando las obras que el Espíritu suscita en cada uno para el bien común de todo el pueblo fiel de Dios.

(MZ-RV)

Audio de la homilía del Papa Francisco: Palabras del Papa Francisco

«En el relato del Evangelio de San Juan, que hemos escuchado, Jesús, el Maestro, el Señor; lava los pies a sus discípulos, y les manda que hagan esto mismo entre ellos. Jesús enseña a sus discípulos que el servicio es el camino que deben recorrer si quieren vivir su fe en él y dar testimonio del amor. El lavatorio de los pies nos muestra el modo de actuar de Dios para con el hombre, no con palabras, sino con obras y en verdad. El amor se concreta en el servicio humilde, hecho en el silencio y en lo escondido. Este se manifiesta también cuando ponemos a disposición de la comunidad los dones recibidos del Espíritu Santo, y cuando compartimos los bienes materiales para que nadie carezca de lo necesario».

24 de Marzo. Jueves Santo.

6:00 p.m. Misa vespertina de la Cena del Señor, con el lavatorio de los pies.

Adoración del Santísimo Sacramento en el monumento, hasta las 9:00 p.m.

 

Evangelio según san Juan (Jn 13, 1-15)

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre y habiendo amado a los suyos, que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.
En el transcurso de la cena, cuando ya el diablo había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, la idea de entregarlo, Jesús, consciente de que el Padre había puesto en sus manos todas las cosas y sabiendo que había salido de Dios y a Dios volvía, se levantó de la mesa, se quitó el manto y tomando una toalla, se la ciñó; luego echó agua en una jofaina y se puso a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que se había ceñido.
Cuando llegó a Simón Pedro, éste le dijo: “Señor, ¿me vas a lavar tú a mí los pies?” Jesús le replicó: “Lo que estoy haciendo tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde”. Pedro le dijo: “Tú no me lavarás los pies jamás”. Jesús le contestó: “Si no te lavo, no tendrás parte conmigo”. Entonces le dijo Simón Pedro: “En ese caso, Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza”. Jesús le dijo: “El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. Y ustedes están limpios, aunque no todos”. Como sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: ‘No todos están limpios’.
Cuando acabó de lavarles los pies, se puso otra vez el manto, volvió a la mesa y les dijo: “¿Comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, que soy el Maestro y el Señor, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies los unos a los otros. Les he dado ejemplo, para que lo que yo he hecho con ustedes, también ustedes lo hagan”.