26 de Marzo. V Semana de Cuaresma. Comentario Bíblico.

Soy Hijo de Dios

En los versículos previos -( evangelio según san Juan 10, 31-42) – los judíos rechazan a Jesús ¡qué raro! Hasta quisieron apedrearlo. Tenían afición a agacharse, coger piedras y amenazar con arrojarlas. A veces no se reprimían y las lanzaban contra alguien. Hay muchas escenas bíblicas con tales intimidaciones.

Estamos a las puertas de los sucesos de Semana Santa. El ambiente en torno a Jesús se caldea, se masca la tragedia. Le tenían ganas, no soportaban que se pusiese a la misma altura de Dios. Era un blasfemo. Las cosas buenas que había hecho les parecían bien, pero ser tan osado como para identificarse con Dios, era demasiado. Jesús solo había dicho: Soy hijo de Dios. Eso ya les parecía un horror. ¿Qué de quién serían ellos? A nosotros, que también tenemos conciencia de nuestra filiación divina, nos parece una maravilla. Nos da seguridad. ¡Somos hijos e hijas de Dios! ¡Qué más podemos pedir! A ninguno se nos ocurre decir que somos Dios, a lo máximo que llegamos es a decir que somos “icono de Dios” “imago Dei”, “imagen de Dios”. Hijos e hijas, en suma; ¿para qué más? Con tal de ser hijos buenos, es suficiente.  Porque todos sabemos que ¡hay cada hijo por ahí!

Jesús nunca trata de demostrar nada, simplemente mostrar sus obras, para que al menos creyeran en ellas. Lo mismo nos pasa a nosotros, nada de presumir de tales o cuales acciones, simplemente mostrarlas y que por ellas nos juzguen; y aunque a veces no son todo lo buenas que debieran, siempre queda nuestra capacidad de pedir perdón, de reconocer nuestras limitaciones, de reorientar la vida… Esta Semana Santa es un buen momento para que reorientemos, redirijamos la vida desde el alimento de la Cena última, pasando por duro doloroso camino después de estar orando en el Huerto de los olivos y caminar con Él en el Vía crucis/Vía Lucis, hasta la tumba; una tumba que pronto estará vacía, pero que rápidamente se llena de Luz resucitada, resucitadora.  “Hay una grieta en todo: así es como entra la Luz”, cantaba Leonard Cohen. ¡Ah, las grietas de la vida! Si somos fieles a Dios, no tarda en entrar la Luz.

“La luz de Dios parece que sólo puede quemar en la tierra con el aceite de nuestra vida. Sobre todo con el aceite de la justicia y del amor”.     (E. Schillebeeckx).

 El final de los versículos es genial: Quisieron apresarlo, pero Jesús se les escapó de las manos. Supo zafarse y dejarlos con las ganas. Volverían a las andas. Lo sabemos bien: los insidiosos y malvados no renuncian fácilmente a sus planes. Dentro de unos días lo veremos: Jueves y Viernes; además, cada día lo constatamos. Pero siempre hay un Sábado…, aunque a veces tarda en llegar.

Fr. José Antonio Solórzano Pérez O.P.
Casa San Alberto Magno (Madrid)