Día: 4 de septiembre de 2021

Comentario Biblico. XXIII Domingo del Tiempo Ordinario.

Evangelio: Marcos (7,31-37): El Effatá del Reino

III.1. El evangelio de Marcos (7,31-37) nos narra la curación de un sordomudo en territorio de la Decápolis (grupo de diez ciudades al oriente del Jordán, en la actual Jordania), después de haber actuado itinerantemente en la Fenicia. Se trata de poner de manifiesto la ruptura de las prevenciones que el judaísmo oficial tenía contra todo territorio pagano y sus gentes, lo que sería una fuente de impureza. Para ese judaísmo, el mundo pagano está perdido para Dios. Pero Jesús no puede aceptar esos principios; por lo mismo, la actuación con este sordomudo es un símbolo por el que se va a llegar hasta los extremos más inauditos: Va a tocar al sordomudo. No se trata simplemente de una visita y de un paso por el territorio, sino que la pretensión es que veamos a Jesús meterse hasta el fondo de las miserias de los paganos.

III.2. Vemos a Jesús actuando como un verdadero curandero; incluso le cuesta trabajo, aunque hay un aspecto mucho más importante en el v. 34, cuando el Maestro “elevó sus ojos al cielo”. Es un signo de oración, de pedir algo a Dios, ya que mirar al cielo, como trono de Dios, es hablar con Dios. Y entonces su palabra Effatá, no es la palabra mágica simplemente de un secreto de curandero, sino del poder divino que puede curarnos para que se “abran” (eso significa Effatá) los oídos, se suelte la lengua y se ilumine el corazón y la mente. Y vemos que el relato quiere ser también una lección de discreción: no quiere ser reconocido por este acto taumatúrgico de curación de un sordomudo, sino por algo que lleva en su palabra de anunciador del Reino. Dios actúa por él, curando enfermedades, porque el Reino también significa vencer el poder del mal. Los enfermos en aquella sociedad religiosa, eran considerados esclavos de “Satanás” o algo así.

III.3. Su «tocar» es como la mano de Dios que llega para liberar los oídos y dar rienda suelta a la lengua. La significación, pues, por encima de asombrarnos de los poderes taumatúrgicos, es poner de manifiesto que con los oídos abiertos aquél hombre podrá oír el mensaje del evangelio; y soltando su lengua para hablar, advierte que, desde ahora, un pagano podrá también proclamar el mensaje que ha recibido de Jesús al escucharlo en la novedad de su vida. Esta es una lección que hoy debemos asumir como realidad, cuando en nuestro mundo se exige la solidaridad con las miserias de los pueblos que viven al borde de la muerte.

Fray Miguel de Burgos Núñez
(1944-2019)

5 de septiembre. Introducción XXIII Domingo del Tiempo Ordinario : “Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos ”

Cada vez que nos reunimos para la celebración de nuedtra fe en el día del Señor lo hacemos con el convencimiento de que Él se hace presente en medio de nostros ofreciéndonos el alimento eucarístico de su misma presencia sacramental, y el poder y la fuerza de su Palabra que viene a germinar en cada uno de nosotros para transformar nuestras vidas.

La Palabra que hoy nos ofrece la Liturgia Eucarística de este XXIII Domingo del Tiempo Ordinario nos invita a la esperanza, a no dejarnos vencer por el miedo, a mirar y a acoger con predilección a los más humildes y sencillos, a admirarnos y asombrarnos con la bondad que el Señor Jesucristo muestra hacia cuantos padecen enfermedad o sufrimiento.

Acojamos con gratitud este hermoso mensaje, dejemos que fructifique en nosotos y cambie nuestra vida, para que, encendidos en fe y en esperanza, atento a aliviar de su dolor a los que sufren, seamos en y con el Señor Jesucristo motivo de gozo para otros muchos. Así contribuiremos, de forma callada y eficaz, a que el mañana de nuestra historia sea un poco mejor, quizás, para todos.

Fr. César Valero Bajo O.P.
Convento de Santa Sabina (Roma)

5 de Septiembre. XXIII Domingo del Tiempo Ordinario.

Evangelio según san Marcos (Mc 7, 31-37)

En aquel tiempo, salió Jesús de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar de Galilea, atravesando la región de Decápolis. Le llevaron entonces a un hombre sordo y tartamudo, y le suplicaban que le impusiera las manos. Él lo apartó a un lado de la gente, le metió los dedos en los oídos y le tocó la lengua con saliva. Después, mirando al cielo, suspiró y le dijo: “¡Effetá!” (que quiere decir “¡Abrete!”). Al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y empezó a hablar sin dificultad.

Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero cuanto más se lo mandaba, ellos con más insistencia lo proclamaban; y todos estaban asombrados y decían: “¡Qué bien lo hace todo! Hace oír a los sordos y hablar a los mudos”.