Día: 31 de enero de 2014

Cantaremos. 2 de Febrero, Presentación del Señor.

  • Mis ojos han visto a mi salvador, luz para alumbrar a las naciones

En este encuentro tienen un protagonismo muy significativo dos personas sencillas – Simeón y Ana – que no son sacerdotes, ni gente relevante, son un hombre y una mujer, piadosos y totalmente abiertos a la acción de Dios. Ambos representan al Israel creyente y expectante ante la venida del Señor.

De Simeón sabemos que era un hombre justo y piadoso, sensible a la acción consoladora del Espíritu, toma al niño en brazos y bendice a Dios: “Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz”… Lc.2,29). La razón es que ha visto cumplido el objeto de su fe y esperanza, al tomar en brazos al niño ha visto un tiempo nuevo que empieza. La salvación ya no queda encerrada en Israel, el pueblo elegido. Jesús es la luz que ilumina a todos los hombres y mujeres, ya no habrá griegos o judíos, esclavos o libres, la salvación es para todos. Aquel niño es la luz enviada por Dios para disipar las tinieblas, no está hablando de alguien portador de una nueva ideología religiosa, está mostrando al mismo Jesús que es el mensajero del Padre a quien conoce, y por eso puede decir que ”en su luz nos hace ver la luz”. (Sal, 35)
La otra figura, Ana una mujer viuda, que no se apartaba día y noche del templo, habla del niño a todos los que esperaban la liberación de Jerusalén. No puede reprimir su alegría y comunica su gozo a todos, es un ejemplo de trasmisión de la buena noticia de Jesús. La trasmisión de la fe es siempre una tarea del cristiano, todos somos llamados a evangelizar. La piedad popular lo ha reconocido en la advocación de la Candelaria, en sus procesiones cuando los fieles portan la Luz en sus manos como expresión del deseo de comunicar su fe.

Fr. Jesús Mª Gallego Díez O.P.
Convento de Ntra. Sra. de Atocha (Madrid)

Cantaremos:

      • Cantando la alegría de vivir……………………………………53
        • Señor ten piedad – Gloria –Aleluya
        • Antífona
      • Señor de Universo……………………………………………….170
      • Somos un pueblo que camina……………………….……….174
      • Señor Tu eres nuestra luz……………………..……………..171
      • Gracias Señor……………………………………………………..101

2 de Febrero. Domingo, Presentación del Señor.

Cuando llegó el tiempo de la purificación de María, según la ley de Moisés, ella y José llevaron el niño a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley : "Todo primogénito varón será consagrado al Señor", y también para ofrecer, como dice la ley,  "un par de tórtolas o dos pichones". Vivía en Jerusalén un hombre llamado Simeón,varón justo y temeroso de Dios, que aguardaba el consuelo de Israel; en él moraba el Espíritu Santo, el cual le había revelado que no moriría sin haber visto antes al Mesías del Señor. Movido por el Espíritu, fue al templo.
Cuando José y María entraban con el niño Jesús para cumplir con lo prescrito por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: " Señor ya puedes dejar morir en paz a tu siervo, según lo que me habías prometido,  porque mis ojos han visto a tu Salvador, al que has preparado para bien de todos los pueblos; luz que alumbra a las naciones y gloria de tu pueblo, Israel".
El padre y la madre del niño estaban admirados de semejantes palabras.
Simeón los bendijo, y a María, la madre de Jesús, le anunció: "Este niño ha sido puesto para ruina y resurgimiento de muchos en Israel ,como signo que provocará contradicción para que queden al descubierto los pensamientos de todos los corazones. Y a ti, una espada te atravesará el alma".
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana.; De jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro. No se apartaba del templo ni de día ni de noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Ana se acercó en aquel momento, dando gracias a Dios hablando del niño a todos los que aguardaban la liberación de Israel. Y, cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él.