Día: 16 de enero de 2016

Los sacerdotes también lloran.

¿Los sacerdotes también lloran?

Foto de Jorge Enrique Mújica LC.Yo no aguanté y lloré ayer. Iba a cenar cuando sonó el timbre de casa. Buscaban un sacerdote para dar la unción de los enfermos a una moribunda. Pedí permiso a mi superior, tomé el óleo santo, el ritual de los sacramentos, la estola morada y me subí a un coche desconocido que me llevó a un hospital público cercano.

Si alguien hubiera aparecido en aquel lugar sin saber dónde se encontraba hubiera supuesto que se trataba de un mercado. Pero no, era un hospital público con hacinamiento donde las personas –desgraciadamente– no siempre son tratadas con la dignidad que merecen.

Subí el ascensor, recorrí unos pasillos y llegue a la habitación (donde había otros tres internados). En la cama se encontraba una mujer agonizante que estaba perdiendo la batalla contra el cáncer de hígado y páncreas. En los pasillos aguardaba la familia de Laura: el papá, el esposo y sus tres jóvenes hijos (el más pequeño de apenas tres años).

Traté de consolarla, darle el cariño con que Dios se disponía a recibirla pero ya estaba inconsciente. Entonces me preparé para administrar el sacramento de la unción y pedí al esposo de la moribunda que me ayudará como «acólito». Se me cortó la voz varias veces y la fuga de lágrimas fue una constante durante casi todo el rito. Al final pedí a los familiares que salieran de la habitación y di la absolución que se da a los que se confiesan. Si Laura moría en unas horas iría derechito con Dios.

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Cantaremos. 17 de Enero, II Domingo del Tiempo Ordinario /C

1ª) ¡La definitiva salvación presentada como un banquete de bodas!
Había una boda en Caná de Galilea y la madre de Jesús estaba allí; Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda. Sabemos que la primera lectura, habitualmente del Antiguo Testamento (promesa) y la tercera lectura que siempre es del Evangelio (realidad), están íntimamente relacionadas entre sí cada una en su nivel. El Tercer Isaías nos remitía a la experiencia del amor matrimonial para expresar el amor que Dios tiene por su pueblo. Un amor vivido en fidelidad inquebrantable por parte de Dios. Sabemos también, por el relato de los evangelistas, que a Jesús le gustaba presentar el reino de Dios como una fiesta de bodas. El evangelista Juan ha elegido el marco de una boda para revelar que lo nuevo comienza por medio de Jesús. El agua que Jesús convierte en un vino de excelente calidad simbolizaba las antiguas prácticas judías, es decir, la ley y el ritual antiguo. Jesús viene a sustituirlo por algo totalmente nuevo, simbolizado por el vino excelente. Este vino, como ya lo entendían los Padres de la Iglesia, representa la nueva y definitiva alianza de Dios con los hombres. El hombre es invitado a vivir la experiencia del amor de un Dios fiel a sus promesas y a su palabra. Jesús es el encargado de dar comienzo a esta nueva realidad que culminará en el reino definitivo de Dios o en la vida eterna sin fin, como le gusta llamarla al evangelista Juan.
2ª) ¡Tarea del Hijo y de la madre!
La madre de Jesús le dijo: no les queda vino. Jesús le contestó: Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora. La madre dijo a los sirvientes: Haced lo que él diga. Este diálogo de la madre con el Hijo ha suscitado no pocas dificultades ya desde antiguo. Para comenzar nótese que cuando se dirige Jesús a su madre no la llama madre sino «mujer». Este mismo recurso utilizará en la cruz cuando la encomienda a su mejor discípulo. Esta expresión nos remite espontáneamente al comienzo de la creación donde se llama a Eva «mujer y madre de todos los vivientes». El evangelista quiere indicar a sus lectores que María tiene una misión amplia que se apoya en su calidad de madre de Jesús, pero que se extiende hasta abarcar a toda la humanidad, especialmente a los discípulos de Jesús. La tarea de María es llevar a los hombres a Jesús: haced lo que él os diga. Jesús tiene la verdadera palabra de vida. Así lo ha expresado en el prólogo de su evangelio. Y así lo afirmará Pedro: Tú solo tienes palabras de vida eterna. Es necesario dirigir la atención hacia Jesús y ponerse en camino formando parte de su discipulado. En la Iglesia de hoy siguen teniendo plena validez estas palabras del relato evangélico. La mirada de la Iglesia y de los creyentes ha de abrirse hasta abarcar a todos los hombres que son invitados, hoy también, a escuchar la palabra de Jesús y seguir sus pasos para conseguir el verdadero sentido de la vida humana.

Fr. Gerardo Sánchez Mielgo.

CANTAREMOS:

      • El Señor nos llama y nos reúne ……………………………….. 272
        • Señor ten piedad – Gloria
        • Te vengo a ofrecer – Aleluya
        • Antífona – Santo – Padre Nuestro
        • La Paz – Cordero de Dios
      • Tu pones lo demás ………………………………………………… 190
      • Por ti Señor ………………………………………………………….. 134
        • Nadie hay tan grande como tu

17 de Enero. II Domingo del Tiempo Ordinario /C

Evangelio según san Juan (Jn 2,1-11)

En aquel tiempo, hubo una boda en Caná de Galilea, a la cual asistió la madre de Jesús. Éste y sus discípulos también fueron invitados. Como llegara a faltar el vino, María le dijo a Jesús: “Ya no tienen vino”. Jesús le contestó: “Mujer, ¿qué podemos hacer tú y yo? Todavía no llega mi hora”. Pero ella dijo a los que servían: “Hagan lo que él les diga”.
Había allí seis tinajas de piedra, de unos cien litros cada una, que servían para las purificaciones de los judíos. Jesús dijo a los que servían: “Llenen de agua esas tinajas”. Y las llenaron hasta el borde. Entonces les dijo: “Saquen ahora un poco y llévenselo al mayordomo”.
Así lo hicieron, y en cuanto el mayordomo probó el agua convertida en vino, sin saber su procedencia, porque sólo los sirvientes la sabían, llamó al novio y le dijo: “Todo el mundo sirve primero el vino mejor, y cuando los invitados ya han bebido bastante, se sirve el corriente. Tú, en cambio, has guardado el vino mejor hasta ahora”.
Esto que hizo Jesús en Caná de Galilea fue el primero de sus signos. Así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él.