Día: 28 de mayo de 2016

La misericordia de Dios. Alimento que siempre alcanza.

(Lc 9, 11-17)

El relato de este domingo nos lleva a uno de los pasajes más hermosos y conocidos de la vida de Jesús: La multiplicación de los panes y peces. Un relato de cuádruple tradición, es decir, presente en los 4 evangelistas, no siendo muchos los relatos con esta característica: La muerte de Jesús, el llamado de los discípulos, la expulsión de los demonios y otros. Entonces, de por si algo importante y definitivo está por ser contado.

El relato comienza sorprendiéndonos con la reacción de los discípulos más cercanos: “ya es tarde, despide a la gente para que vayan a buscar hospedaje y comida” (v 12). O en otras palabras: “ya estuvo bueno por hoy Jesús, ¡excelente día!… Así hacen nuestros maestros”, “ahora nosotros te invitamos la cena, tenemos 5 panes y dos peces, ¿qué dices?”. Pero no. La novedad es la respuesta de Jesús. Este maestro es diferente, sus criterios son otros. La gente no tiene por qué irse; que se queden y además que se pongan cómodos porque comerán hasta saciarse (v 15).

El impacto sobre los primeros cristianos que escucharían este relato es esperanzador. Es gente cansada, perseguida, quizás ya desilusionada del Jesús que decidieron seguir – como hoy ocurre con mucha gente. Sin embargo, ellos y ellas escuchan decir a Jesús: “Quédate, yo te daré de comer, y es más, te mostraré el modo para que el alimento no te falte nunca”. Dice Jesús a sus discípulos y a nosotros que hoy escuchamos estas palabras: “Denles a ellos lo que yo les he dado a ustedes”. Y así podemos preguntarnos: ¿qué me has dado Señor? ¿De qué vivo agradecido? ¿Qué puedo compartir para que la gente vuelva a acercarse a ti?

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Cantaremos – Domingo, El Cuerpo y la Sangre de Cristo.

El objetivo central de toda la incansable actividad de Jesús es la instauración del reino de Dios en la tierra. Por esta Causa envió a los doce por todas las naciones del mundo. Si leemos con atención, nos damos cuenta, que el reino de de Dios no es sólo una realidad espiritual, sino que de alguna manera debe comenzar a verse en nuestra vida, en nuestra tierra. Es por eso que Jesús hace muchas señales que hacen visible y palpable la realidad del reino.

Jesús realizó una acción portentosa que dio mucho de qué hablar y que le atrajo la admiración de multitudes. No lo hizo simplemente para que creyeran en sus palabras, es la expresión concreta del amor misericordioso de Dios. Y es que el hambre es la manifestación de la necesidad primaria del hombre, y Dios entre los hombres lo sabe.

Jesús llama al hombre a vivir dentro del reino de Dios siguiendo su ejemplo: realizando de forma justa y generosa el milagro de compartir con los más necesitados. A nosotros nos ha tocado “el escándalo” esta semana…En el país de mayores reservas probadas de petróleo ha muerto un niño de ocho años. Pobre, muy pobre, enfermo…y llevado por la urgencia de la necesidad manifestó pidiendo ayuda. Ese niño es sólo un exponente, todos los días, nos es posible ver la cara del hambre….

Como seguidores de Jesucristo estamos llamados a “sacramentalizar” nuestro compromiso cristiano. Es decir, a hacer visible nuestro “compartir” en la medida de nuestras posibilidades. En el reino de Dios, nadie debe pasar hambre, mucho menos, morir de necesidad, como tampoco es posible permanecer en la indiferencia en medio de una comunidad doliente. Los evangelios nos enseñan la vida de Jesús y su manera de actuar. Esa ha de ser la inspiración de nuestra vida. Y la Eucaristía, cuya solemnidad celebramos hoy, el alimento que nos de la fuerza para vivirla.

Julie Meucci

CANTAREMOS:

      • Reunidos en el nombre del Señor
        • Señor ten piedad
        • Gloria
      • Aleluya – Antífona
        • Santo – Padre nuestro
        • La Paz – Cordero de Dios
      • Al partir el Pan
      • Señor Tu eres nuestra luz
      • Viva Cristo

29 de Mayo – Domingo, El Cuerpo y la Sangre de Cristo

Evangelio según san Lucas (Lc  9,11-17)

En aquel tiempo, Jesús habló del Reino de Dios a la multitud y curó a los enfermos.
Cuando caía la tarde, los doce apóstoles se acercaron a decirle: “Despide a la gente para que vayan a los pueblos y caseríos a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en un lugar solitario”. Él les contestó: “Denles ustedes de comer”. Pero ellos le replicaron: “No tenemos más que cinco panes y dos pescados; a no ser que vayamos nosotros mismos a comprar víveres para toda esta gente”. Eran como cinco mil varones.
Entonces Jesús dijo a sus discípulos: “Hagan que se sienten en grupos como de cincuenta”. Así lo hicieron, y todos se sentaron. Después Jesús tomó en sus manos los cinco panes y los dos pescados, y levantando su mirada al cielo, pronunció sobre ellos una oración de acción de gracias, los partió y los fue dando a los discípulos para que ellos los distribuyeran entre la gente.
Comieron todos y se saciaron, y de lo que sobró se llenaron doce canastos.