Día: 11 de noviembre de 2017

Comentario Bíblico. Mateo ( 25,1-13)

La actitud frente a la felicidad eterna.

El evangelio, texto exclusivo de Mateo, nos propone la parábola de las vírgenes necias y las prudentes . No siempre hemos logrado penetrar adecuadamente en su sentido, ya que la narración está recargada de significados específicos diversos. Se habla de “diez’, quizás porque era el número exigido para la calidez de la plegaria en la sinagoga o fuera de ella. Por lo mismo se apunta, o precisa el autor del evangelio de Mateo, que es una parábola de sesgo comunitario a todos los efectos. Incluso la boda, con toda su significación bíblico-mesiánica, es útil para enmarcar el punto final: la llegada o venida del esposo. Sin esposo no hay boda ni nada lamento de sus amigas, en este caso vírgenes, lo que quiere decir simplemente “no casadas” y que también un día serán desposadas. Entre tanto, acompañan a su amiga a lo más importante de su vida pero, sin el esposo, nada tiene sentido. Algunos autores han apuntado a las interpretaciones rabínicas del Cantar de los Cantares que ven en el coro de las “hijas de Jerusalén” el grupo de los discípulos que llevan en sus manos la luz de la “Thora” y vigilan la llegada del Mesías. El aceite era en el judaísmo, además, el signo de las buenas obras, así como de la alegría de la acogida (Sal 23,5; 104,15; 133,2) e incluso de la unción mesiánica (Sal 45,8; 89,21).

Jesús, en ella, se vale del marco de una fiesta de bodas para hablar de algo trascendental: la espera y la esperanza, como cuando la novia está ardiendo de amor por la llegada de su amado, de su esposo. Pero los protagonistas no son ni el novio (lo será al final de todo), ni la novia, en este caso, sino las doncellas que acompañaban a la novia para este momento. Eso quiere decir que ellas se gozaban en gran manera con este acontecimiento, como si ellas mismas estuvieran implicadas, tanto como la novia, y sin duda la narración da a entender que debían estarlo; pero para este acontecimiento de amor y de gracia hay que estar preparados, o lo que es lo mismo, deben abrirse a la sabiduría; el júbilo que se respiraba en una boda como la que Jesús describe es lo propio de algo que alcanza su cenit en la venida del esposo.

La iglesia primitiva ha alegorizado, sin duda, la propuesta de Jesús en razón precisamente de la “parusía” que no llegaba, pero que podía llegar en cualquier momento. Este es un problema muy discutido. La frustración en la primera o segunda generación cristiana, sobre la llegada de la “parusía” o el fin del mundo, es decir, la plenitud del Reino de Dios, no se ha resuelto adecuadamente (solamente en Lucas tenemos una enseñanza más acorde con el retraso de la parusía). Por ello, la diez vírgenes son representación de una comunidad, de la comunidad cristiana. ¿Habría aceite en las lámparas para ese momento? En definitiva ¿habría sabiduría) Así es como se enlaza con el sentido de la primera lectura, que como dijimos, marca la pauta de la liturgia de hoy. Sabernos que esta es una parábola de “crisis”, no para atemorizar; sino para mantener abierta la esperanza a esa dimensión tan importante de la vida.

Entonces, ¿qué es la parusía? ¿qué significa el fin del mundo) (lo veremos mejor cl próximo domingo). Lo importante es estar preparados para la venida del esposo, el personaje que se hace esperar. Se habla de una “presencia” (que eso significa “parusía) ante los que esperan. Por tanto, no es cuestión de entender el terna en términos cósmico-físicos, sino de cómo nos enfrentamos a lo más importante de nuestra vida: la muerte y la eternidad: ¿con sabiduría? ¿con alegría? ¿con aceite, con luz? ¿con esperanza? Este mundo puede ser “casi” eterno, pero nosotros aquí no lo seremos. Estamos llamados a una “presencia de Dios” (parusía) y eso es como unas bodas: debemos anhelar amorosamente ese momento o de lo contrario seremos unos necios y no podremos entender unos desposorios de amor eterno, de felicidad sin límites.

Fray Miguel de Burgos Núñez
Maestro y Doctor en Teología. Licenciado en Sagrada Escritura

12 de Noviembre – XXXII Domingo del tiempo Ordinario /A

Evangelio según San Mateo ( Mt 25,1-13)

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: “El Reino de los cielos es semejante a diez jóvenes, que tomando sus lámparas, salieron al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran descuidadas y cinco, previsoras. Las descuidadas llevaron sus lámparas, pero no llevaron aceite para llenarlas de nuevo; las previsoras, en cambio, llevaron cada una un frasco de aceite junto con su lámpara. Como el esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron.

A medianoche se oyó un grito: ‘¡Ya viene el esposo! ¡Salgan a su encuentro!’ Se levantaron entonces todas aquellas jóvenes y se pusieron a preparar sus lámparas, y las descuidadas dijeron a las previsoras: ‘Dennos un poco de su aceite, porque nuestras lámparas se están apagando’. Las previsoras les contestaron: ‘No, porque no va a alcanzar para ustedes y para nosotras. Vayan mejor a donde lo venden y cómprenlo’.

Mientras aquéllas iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban listas entraron con él al banquete de bodas y se cerró la puerta. Más tarde llegaron las otras jóvenes y dijeron: ‘Señor, señor, ábrenos’. Pero él les respondió: ‘Yo les aseguro que no las conozco’.

Estén pues, preparados, porque no saben ni el día ni la hora”.