CON JESÚS SEÑOR DE LA HISTORIA – Nº 13 (2 de noviembre de 2020)

EL ALMA DE GREGORIO RIVERA

            Es costumbre piadosa en Venezuela encargar Misas en sufragio por el alma de Gregorio Rivera para que aparezcan las cosas perdidas… ¿Cómo se originó esta costumbre? ¿Quién fue Gregorio Rivera? Se le debe a Don Tulio Febres Cordero —célebre escritor venezolano de finales del Siglo XIX y principios del Siglo XX— el relato titulado “El alma de Gregorio Rivera, que se desarrolla en la ciudad de Mérida, en el Siglo XVIII: Trata de Don Gregorio Rivera y Sologuren, quien, inflamado por sus celos, daba mala vida a su esposa Doña Josefa Ramírez de la Parra… Un día, ésta, después de verse amenazada de muerte por su esposo, se refugió en el Convento de Monjas Clarisas, donde tenía una tía y una hermana… La Madre Abadesa informó al Señor Vicario y Capellán del Convento, Pbro. Dr. Francisco de la Peña y Bohórquez, quien dio permiso a las Monjas de dar asilo a la señora… Pasaban los días, y Don Gregorio persistía con tenacidad en que debían entregarle a su esposa… Un día, el 5 de mayo de 1739, se encaminó al Convento de las Monjas Clarisas: “A los recios golpes que daba, contesta la Monja portera tras el torno. Don Gregorio le dice de mal talante que deseaba hablar personalmente con la Madre Abadesa. La portera, con el sobresalto del caso, pasa el recado, en momentos en que la Superiora se hallaba en la piadosa labor de vestir una imagen del Niño Jesús. Llena de angustia, dirígese a la portería, pero se devuelve del camino, sobrecogida por súbito presentimiento. En viendo Don Gregorio que la Abadesa excusaba presentarse, sale de la portería ciego de ira, lanzando terribles amenazas. Las Monjas hacen cerrar tras él las puertas, y se entregan a la oración. (…) Los pasos precipitados de Don Gregorio se oyeron resonar por algunos instantes en la solitaria calle, simultáneamente con el crujir de las cerraduras del Monasterio. Y sobrevino el silencio, ¡el silencio precursor del desastre!”. Se escuchó una detonación de arma de fuego… ¡Don Gregorio había asesinado al Vicario, Pbro. Dr. Francisco de la Peña y Bohórquez! Don Gregorio se dio a la fuga, pero transcurridas unas horas se entregó a la justicia…

            Llevado a cabo el proceso, “breve y sumariamente, pues se trataba de un hecho cometido a plena luz del día, en el centro de la ciudad, confesado también por el mismo criminal”, “Don Gregorio fue conducido a caballo al lugar del suplicio, en la Plaza Mayor de Mérida, siendo allí fusilado y no ahorcado”.

            Según declaración dada por la Hermana Josefa González Egui —del Convento de Monjas Clarisas de Mérida— al Pbro. Dr. José María Pérez Limardo en 1891 —declaración citada textualmente por Don Tulio—: “Llegado el tiempo de la ejecución, lo hicieron penar mucho, porque como aquí no había gente aguerrida, no acertaban, por lo que suplicaba desde el banquillo que abreviaran; y a pesar de haberse preparado para la recepción de los santos sacramentos, sufrió en los momentos de su agonía fortísimo combate con el espíritu malo, y consintió en un pensamiento de desesperación, por lo que fue condenado a pena eterna. En este conflicto ocurrió a María Santísima, a quien toda su vida había saludado con las tres Avemarías que comienzan: ‘Dios te salve Hija de Dios Padre (…)’, suplicándole lo amparase en la hora de la muerte. Intercedió María Santísima para que la pena eterna se le conmutara en temporal y también le alcanzó la gracia de que a cualquiera que haga algún sufragio por su alma, [a]parecieran las cosas perdidas; y para que tuviera efecto, le alcanzó que viniera a decirlo [a] una Religiosa en Bogotá, la madrugada siguiente de la muerte, a la que le refirió lo que había pasado con él en el juicio de Dios; (…)”. Difundida esta revelación desde Bogotá hasta Mérida, se multiplicaron y se multiplican hasta el día de hoy las intenciones de Misa por el alma de Don Gregorio Rivera…

            Es necesario hacer algunas consideraciones al respecto… El Magisterio de la Iglesia nos recomienda ser prudentes a la hora de tratar con revelaciones privadas… El Catecismo de la Iglesia Católica precisa, que: “A lo largo de los siglos ha habido revelaciones llamadas ‘privadas’, algunas de las cuales han sido reconocidas por la autoridad de la Iglesia. Éstas, sin embargo, no pertenecen al depósito de la fe. Su función no es la de ‘mejorar’ o ‘completar’ la Revelación definitiva de Cristo, sino la de ayudar a vivirla más plenamente en una cierta época de la historia” (Nº 67).

            También es necesario precisar —tomando como referencia a Santo Tomás de Aquino—, que los que estamos en este mundo no podemos recurrir a la intercesión de las almas del purgatorio. Recurrimos a la intercesión de los Santos, en cuanto ellos están unidos a Dios; las almas del purgatorio todavía no están definitivamente unidas a Dios… Más bien, las almas del purgatorio están necesitadas de la oración de los que estamos en este mundo…

Y, efectivamente, como hace notar la Constitución Dogmática “Lumen Gentium” del Concilio Vaticano II, la Iglesia “desde los primeros tiempos del cristianismo honró con gran piedad el recuerdo de los difuntos y también ofreció sufragios por ellos; ‘pues es una idea santa y piadosa orar por los difuntos para que se vean libres de sus pecados’ (2 Mac 12, 46)” (LG 50). De manera que, cuando los fieles encargan Misas en sufragio por el alma de Gregorio Rivera —y en general por las almas de los difuntos— no sólo están en su derecho —por cuanto según el Código de Derecho Canónico vigente, las Misas pueden celebrarse “por cualesquiera, tanto vivos como difuntos” (can. 901)—, sino que están en continuidad con la Iglesia de todos los tiempos. La práctica de ofrecer Misas en sufragio por el alma de Gregorio Rivera —tan extendida en Venezuela y más allá de las fronteras del país— no tiene en sí nada de reprochable, todo lo contrario… Ahora bien, el que en todo caso hace que aparezcan las cosas perdidas, ¡es Dios!

Pbro. Ramón Vinke